Recursos Gratuitos para el Discipulado: Seguimiento y Capacitación
LA OBEDIENCIA – SAMUEL CLARK
Queridos Amigos del Camino:
¿Qué se hizo la palabra obediencia en nuestro mensaje? En nuestra prisa de salir del yugo de la Ley y el legalismo estéril corremos el riesgo de quitarnos también el yugo de Cristo (Mateo 11:28-30) y olvidarnos de la importancia de la obediencia en la vida cristiana. La obediencia es hacer lo que Cristo enseñó y que los apóstoles reafirmaron en sus epístolas.
Muchos hoy hacen énfasis en reclamar por la fe las bendiciones y promesas para tener salud, abundancia y felicidad. Pero Hebreos 10:36 dice: «Porque tenéis necesidad de paciencia, para que cuando hayáis hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa.» La paciencia es seguir cerca de El hasta que sea el tiempo y el lugar cuando Dios quiere darnos lo que pedimos, a veces años como en el caso de Abraham y Sara o David o Job. Hacer Su voluntad no es otra cosa sino obedecerle mientras esperamos Su promesa.
La relación entre la fe y la obediencia es lo que está en peligro de perderse en este tiempo de énfasis sobre experiencias y prodigios visibles. Una de las palabras griegas usadas para traducir las palabras creer y fiel significa estar persuadido completamente de algo. Es la misma raíz de la palabra para obedecer y obediencia. Aún las palabras desobedecer y no creer están relacionadas. Si quitamos la obediencia como el hacer de la fe, no es el mensaje que encontramos en la Biblia.
No hay ejemplo más claro de esto que aquella historia relatada en Números 20. La gente no tenía agua y se quejaba mucho con Moisés, culpándole de todos sus sufrimientos. Moisés habló con Dios y el Señor le mandó tomar la famosa vara, con que había sacado agua de una peña, luego ir con Aarón y todos a otra peña donde debería hablar a la peña para que saliera agua. Moisés fue con Aarón pero en vez de hablar, golpeó la peña como la primera vez. Desobedeció, ¿no? Pero ¿qué dijo Dios? «Porque vosotros no me creísteis a fin de tratarme como santo ante los ojos de los hijos de Israel, por tanto no conduciréis a este pueblo a la tierra que les he dado» (Núm. 20:12). En la economía de Dios, desobedecer equivale a no creer. El agua salió con la golpiza pero ni Moisés ni Aarón fueron permitidos entrar en la Tierra Prometida porque desobedecieron/no creyeron.
Igual con los israelitas que rehusaron entrar en la Tierra Prometida porque había gigantes y ciudades amuralladas. Desobedecieron por falta de fe. Cuando Dios habló de este incidente, dijo que por incredulidad no entraron al reposo y murieron en el desierto durante 38 años de inútil peregrinación. La desobediencia es una clara falta de la fe.
Amigos queridos, si no hay una fe que obedece no vamos a recibir las bendiciones que todos deseamos. Las bendiciones divinas siempre están prometidas a los que cumplen y obedecen Sus mandamientos. «¡Oh si ellos tuvieron tal corazón que me temieran, y guardaran siempre todos mis mandamientos, para que les fuera bien a ellos y a sus hijos para siempre!» (Deut. 25:9). Al contrario, cuando desobedecemos Su voluntad vamos a recibir las disciplinas prometidas. Israel como nación y cada israelita como individuo tenía que creer esto y luego practicarlo.
Hoy nos dicen que eso es del Antiguo Testmento, que para el cristianismo no vale nada más que la fe. Entonces, ¿por qué dijo Jesucristo en Su última palabra a los discípulos: «Id, pues, y haced discípulos de todas las naciones, bautizándoles en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado…»? O, ¿por qué dijo Pablo a los corintios: «La circuncisión nada es, y nada es la incircuncisión, sino el guardar los mandamientos de Dios «?
No estoy hablando de volver a la Ley para nuestra justicia delante de Dios. Esta se obtiene sólo en y por Cristo crucificado por nosotros y resucitados para nuestra justificación (Rom. 4:25). Lo que estoy tratando de mostrar es que Dios nos manda amarle a El de todo corazón, alma y mente y al prójimo como a nosotros mismos. ¿Estamos obedeciendo Sus mandamientos? ¿Es Dios el Primero para nosotros, antes que la profesión y aún la familia y la comodidad de la vida?
¿Estamos amando a los hermanos espirituales que no nos tratan tan bien? ¿A los enemigos? ¿A los débiles y caídos? ¿A los pobres y necesitados? Estas son las obediencias que cuentan con Dios. Estas son las cosas que El ve en nosotros y que prueban si creemos o no en verdad. Las personas que aman a Dios y a sus prójimos son las personas que Dios quiere bendecir grandemente y multiplicar sus vidas, como lo hizo con Abraham (Heb. 6:14,15).
Según Jesús, «El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama será amado por mi Padre; y yo lo amaré y me manifestaré a él» (Juan 14:21). La obediencia, el amor y la fe están entretejidos en el cristiano como una sola realidad.
Así también es con la esperanza. «La gracia de Dios se ha manifestado, trayendo salvación a todos los hombres, enseñándonos, que negando la impiedad y los deseos mundanos, vivamos en este mundo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación de la gloria de nuestro gran Dios y Salvador Cristo Jesús» (Tito 2:11-13). San Pedro lo expresó así: «Por tanto, amados, puesto que aguardáis estas cosas, procurad con diligencia ser hallados por El en paz, sin mancha e irreprensibles» (2 Pedro 3:14). Una esperanza verdadera se ve en la clase de vida que vivimos en nuestra espera de Su llamada o Su Venida. La obediencia al Señor debe ser parte de nuestro camino cristiano en cada cosa que hagamos.
Amigos, si no estamos obedeciendo al Señor, no estamos en Su camino sino en el camino ancho y cómodo de este mundo. Su camino es angosto y la puerta es estrecha que nos lleva a la vida eterna. ¿Es tu camino? ¿Somos Amigos del Camino en verdad?
Cuando otros observan nuestra vida, ¿dirían ellos que es obvio que estamos obedeciendo al Señor? ¿O ven ellos las cosas carnales que demuestran que no somos discípulos de Aquel que dijo: «¿Por qué me llamáis ‘Señor, Señor’, y no hacéis lo que yo digo?» (Lucas 6:46)? Yo creo que al principio es muy obvio cuando uno está obedeciendo o no, pero más adelante empezamos a hacer pequeñas desobediencias y justificarlas con las excusas de nuestras debilidades, olvidos y costumbres viejas en vez de llamarles «desobediencias» y nos engañamos a nosotros mismos.
Debemos tener clara la meta de ser como Jesucristo y andar como El anduvo siempre presentes en nuestras mentes y oraciones. No seremos juzgados por lo que sabemos sino por lo que hacemos o no hacemos, o sea, nuestra obediencia a Su voluntad. Si practicamos la humildad, la mansedumbre, la sumisión mutua con una transparencia sincera podemos aprender a Cristo en este año como El nos invita a hacer. El mundo necesita testigos, luces, ejemplos y guías para ser atraídos a Jesucristo. ¿Cuántos estás atrayendo tú al Señor ahora? ¿Cuántos han sido alejados por tu vida? Sólo Dios lo sabe pero nos lo puede revelar si realmente queremos multiplicarnos espiritualmente y servir Su obra con nuestras vidas.
Que Dios nos avive nuestro amor, fe y esperanza con una mayor y más fuerte obediencia para Su gloria.
Abrazos,
Samuel