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LA PRESENCIA DEL REINO DE DIOS – SAMUEL CLARK
Queridos amigos del Camino:
Todos oramos diciendo «Vénganos tu Reino…» ¿pero lo estamos entrando en nuestros corazones tal como pedimos que entre en el mundo? ¿Qué tanto ha entrado en tu experiencia diaria el Reino del Señor?
Romanos 14:17 describe el Reino así: «Porque el Reino de Dios no es comida ni bebida sino justicia y paz y gozo en el Espíritu Santo». Si tomamos estos tres elementos del Reino como las evidencias de Su presencia y efecto en nosotros, podremos averiguar hasta qué punto estamos experimentando el Reino de Dios en la vida diaria. Pablo dijo a los gálatas: «Pero que cada uno examine su propia obra, y entonces tendrá motivo para gloriarse solamente con respecto a sí mismo, y no con respeto a otros. Porque cada uno llevará su propia carga» (6:4,5). Este auto examen es necesario para determinar si estamos viviendo, o no, lo que decimos que creemos. Si no hay obras de justicia, una paz inefable y un gozo verdadero producidos por el Espíritu de Dios, entonces el Reino no está funcionando muy bien, que digamos, en nosotros. Estamos engañándonos como oidores olvidadizos o creyentes medio convencidos pero no comprometidos.
El Sermón del Monte del Señor, en los capítulos 5-7 de Mateo, describe cómo sería el Reino de Dios en la práctica. Una serie de explicaciones sobre el verdadero significado de la Ley de Moisés demuestran para el cristiano cuál es la justicia del Reino. Algunos llaman estos capítulos «La Constitución del Reino». Lo sorprendente para el lector es ver que cuando Jesús decía, «Oísteis que fue dicho…», El cita algo directamente de la Ley de Moisés. Menciona «no matarás», «no cometerás adulterio», reglas sobre el divorcio, «no perjurarás», reglas sobre la venganza, y «amarás a tu prójimo» como eternos mandamientos divinos. Pero, y esto nos sorprende aun más, El da una interpretación más exigente, no menos. La justicia nuestra tiene que ser mayor que la de los fariseos y escribas de la Ley para entrar en el Reino (Mateo 5:20).
Esta parte del Sermón de Jesús a Sus discípulos (Mateo 5:1,2 y Lucas 6:20) muestra qué era esa justicia. Es un estilo de vida más parecido al verdadero carácter de Dios. Por ejemplo, no sólo no matar en enojo sino no insultar a otros en enojo, y no permitir que alguno tenga algo contra nosotros que no hayamos tratado de reconciliar. Esta es la justicia que el Reino debe producir en nosotros por el Espíritu Santo. No sólo no adulterar físicamente sino no adulterar mentalmente. Este pasaje enseña lo que va a suceder en uno que busca primeramente el Reino de Dios y Su justicia: su vida va a cambiar a ser más como la de Jesucristo nuestro Rey y Señor en el Reino celestial ahora mismo en la tierra.
Pocos parecen entender que la justicia del Reino es una vida íntegra, justa, honesta, buena y santa. No para ser salvos o merecer la vida eterna sino porque somos nuevas criaturas hechas a imagen de Dios para vivir vidas llenas de justicia y obras buenas que glorifiquen al Padre y a nuestro Señor y Maestro Jesús. Todo esto va mucho más allá que «la justicia social» tan demandada por los políticos y demagogos modernos. Pablo resumió toda la justicia que Dios quiere en una sola palabra en Romanos 13:8-10, el amor AGAPE, sacrificial, servidor, hacedor del bien. Jesús también la resume en Mateo 22:37-39: «…Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el grande y el primer mandamiento. Y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. «
La otra evidencia fuerte de la presencia del Reino es la paz. El gran enemigo de la paz es la preocupación, las ansiedades de la vida. Hay ansiedades emocionales y hasta espirituales que nos quitan la paz. Nos afanamos por cosas materiales: casa, comida, ropa, transporte, trabajo, dinero o seguridades contra pérdidas. San Pedro dice que debemos echar todas éstas sobre Dios porque El cuida de nosotros (1 Pedro 5:7). En el Sermón del Monte (Mt.6:23,24) Jesús habla de esas necesidades y nos insta a buscar riquezas celestiales y espirituales en vez de las terrenales. Aclara la imposibilidad de servir a Dios y a las riquezas. Este es el meollo del asunto. ¿A quién estamos sirviendo? ¿A Dios? ¿O a las riquezas, el pecado, el mundo, los deseos de la carne? La paz que sobrepasa todo entendimiento viene al que rehusa preocuparse y pide todo lo que necesita de Dios (Fil. 4:6,7).
El Sermón a los discípulos también describe nuestro gozo en el Reino. Es un gozo muy diferente al del mundo. En las Bienaventuranzas (Mt. 5:1-12) encontramos Su definición: «Bienaventurado» se traduce en traducciones modernas como «feliz» o mejor aún, «bendecido». El gozo del Reino tiene que ver con las bendiciones que Dios derrama sobre los discípulos que enfrentan toda la vida con una actitud de gratitud, alabanza y sumisión a la voluntad de Dios. «Felices y bendecidos» los que están en pobreza o humillación, tristeza, ataques personales, hambre o sed espiritual (para la justicia de arriba), los que necesitan y dan misericordia en los problemas, los que mantienen sus corazones limpios, los que pacifican a los enojados, los perseguidos por la justicia, los vituperados, etc. Jesús dijo: «Gozaos y alegraos, porque vuestra recompensa es grande en los cielos…» (5:12). El gozo del Reino es uno que se practica por la fe, no importando las circunstancias. Es una orden obedecida. No es un estado impartido al corazón de uno que ve las cosas como difíciles o hasta imposibles. Pedro dijo que los cristianos sufridos se alegraban con gozo inefable y glorioso en sus persecuciones (1 Pedro 1:8,9). ¿Es este tu gozo? ¿Está el Reino de Dios entrando en esta área de tu vida de problemas y luchas? ¿Tienes este fruto bendito? «El fruto del Espíritu es … gozo …» (Gál. 5:22).
Estoy impresionado como el Señor enseñó a Sus discípulos cómo tener «un gozo cumplido»: por la obediencia de Sus mandamientos (Juan 15:11), y por la oración (Juan 16:24). Su Apóstol Juan dijo que es por la comunión con Dios y los hermanos (1 Juan 1:1-4). Si no tenemos pleno gozo, ¿quién tiene la culpa? Pero, ¿a quién culpamos normalmente? ¿A Dios o a otros amigos o a las situaciones? No es así, amigos, cada uno tiene la culpa por su tristeza y falta de gozo. Podríamos decirlo así: Cada uno es tan gozoso o tan triste como quiere ser. ¿Te parece esto muy exagerado? Descontando aquellas tristezas que sufrimos en nuestras relaciones con otros y en la pérdida de seres queridos, yo creo que la mayoría de nuestras tristezas son porque las cosas no estén a nuestro agrado. Ese problema lo podemos arreglar con un cambio de actitud. Dios nos llama a gozarnos en aquellas situaciones y no estar tristes. El Reino es la respuesta, pues el Rey reina todavía y todo está bajo Su control. Pero noten bien que sólo es posible por su Espíritu Santo.
¡Qué mundo más lindo sería si todos viviéramos así! Si tan solo los creyentes en Cristo viviéramos así habría una revolución espiritual en este mundo injusto, lleno de guerras y preocupaciones, tan triste, sin el gozo verdadero. Nuestra vida y testimonio al mundo alrededor debería ser de justicia divina, paz interna y gozo cumplido. ¿No?
Abrazos, Samuel Clark