FUNDAMENTOS PARA LA FAMILIA CRISTIANA 02 – Samuel Clark
EL MATRIMONIO CRISTIANO 2
Queridos amigos casados:
Ojalá que les haya gustado la otra carta sobre el matrimonio cristiano. Pensemos más sobre el tema porque hay que poner los fundamentos bien firmes antes de tratar de construir encima un edificio duradero para la gloria de Dios.
¿Qué tenía el Creador en mente cuando hizo la primera pareja en el huerto del Edén? Lee el relato en Gén. 2:18-25 y verás que el propósito primordial fue el compañerismo. No era bueno que Adán estuviera solo. Le hacía falta una ayuda idónea. Dios hizo al hombre con la necesidad de una compañera que le ayudara. Lo dejó vivir solo por el tiempo suficiente para darse cuenta de su soledad y necesidad, y luego hizo a Eva para que le acompa ñara.
Para lograr este propósito del compañerismo en el matrimonio, debe haber un compromiso permanente de parte de los esposos para formar una unión de esfuerzos, un complemento de papeles y roles para trabajar en equipo. La unidad de la pareja exige una libertad de otros compromisos y lealtades competidoras para poder formar la ilustre equación 1+1=1. Por eso en las ceremonias de boda se prometen tantas cosas hasta que la muerte los separe. Esto era lo que Dios quería. ¿Ha cambiado El Su plan? «¿Acaso ignoráis, hermanos (pues hablo a los que conocen la ley), que la ley tiene jurisdicción sobre una persona mientras vive? Pues la mujer casada está ligada por la ley a su marido mientras él vive; pero si su marido muere, queda libre de la ley en cuanto al marido. Así que, mientras vive su marido, será llamada adúltera si ella se une a otro hombre; pero si su marido muere, está libre de la ley, de modo que no es adúltera aunque se una a otro hombre» (Romanos 7:1-3). El plan de Dios no ha cambiado. Lo que ha cambiado es la cultura.
¿Vale la pena cumplir la voluntad divina? El matrimonio verdaderamente cristiano es un testimonio fuerte en un mundo donde cada día hay más divorcios, mayor infidelidad y gran infelicidad en los hogares. Contrario a esto, un buen matrimonio es criadero de niños estables y espirituales, hay mejor salud física y mental en todos los miembros. Impacta sobre el clima moral del vecindario y es una influencia positiva en la sociedad. Produce lo que todos buscamos, la paz y el gozo de la seguridad, porque Dios mismo pone Su sello de aprobación sobre tales hogares.
¿Cuáles son las consecuencias de no tener un matrimonio duradero? En lo íntimo habrá un vacío que no se puede llenar ni siquiera con «amantes»; una frustración consigo mismo y con otros; el temor de ser lastimado otra vez; y más que todo, un sentimiento de culpabilidad ante Dios. Hay resultados trágicos en terceras personas: los hijos siempre llevarán heridas emocionales profundas; la familia extendida sufre desilusión; los amigos y compañeros carecen de un buen ejemplo y la enseñanza práctica para salir de sus malas situaciones; y el Espíritu de Dios está contristado por todos los pecados y conflictos entre cónyuges. Terrible, ¿verdad? ¡Qué tristes frutos del árbol que Dios quiso que diera manjares muy ricos!
Nadie quiere lo malo. Todos piensan que su matrimonio será un éxito. ¿Cómo podemos evitar los resultados nefastos de un fracaso matrimonial? Poniendo buenos fundamentos, afirmando las cosas esenciales, y luego creciendo, edificando encima.
El primer mandamiento para el matrimonio tiene tres pasos: «Dejará…se unirá…serán una sola carne» (Gén. 2:24). El diablo está atacando como nunca este concepto. Tal como lo hizo con Eva en la tentación de comer la fruta prohibida, está desafiando la Palabra y la voluntad de Dios. Dice: «Tonterías anticuadas; no son ciertas; hay que ser feliz ante todo.» Es por esto que el único que puede lograr un matrimonio verdaderamente cristiano es el discípulo que toma en serio la Palabra de Dios. El dice, «Si Dios lo dice, es lo mejor. Lo que El manda es para mi bien. Lo que El prohibe es para evitarme problemas. Voy a obedecerle.» La voluntad de Dios es buena, agradable y perfecta. Para experimentarla, tenemos que estar dispuestos a no conformarnos a los principios de este mundo, sino transformarnos por la renovación de la mente, o sea, dejar que la Palabra de Dios rehaga nuestra manera de pensar (Rom. 12:2). Es una reprogramación de nuestra manera de pensar a la de Dios.
¿Cómo entendemos el primer paso – «Dejará el hombre a su padre y a su madre»? Hay que separarse de los padres para lograr espacio y autonom ía en tres áreas:
- 1. Geográficamente. ¿Por qué? “Es más económico, y no tenemos muebles todavía.» Porque cada matrimonio tiene una sola autoridad establecida. No admite dos o tres autoridades. Vivir en la casa de suegros es entregar la autoridad final al suegro. No es necesario irse a otra ciudad pero si salir de la casa y la autoridad paterna antigua para lograr un matrimonio cristiano donde la pareja está bajo la autoridad de Dios.
- 2. Económicamente. No debería haber una dependencia económica de los suegros. No quiere decir que ellos nunca deben ayudar a la pareja en su nueva vida ni darles cosas, sino que el esposo debe aceptar la responsabilidad de su esposa e hijos. Si no hay suficientes ingresos, no deben casarse todavía. ¿Por qué? Porque el que paga tiene todo el derecho de mandar, y el esposo pierde autoridad y respeto. ¡Cuidado con los préstamos también! El deudor termina siendo esclavo del que le presta (Pro. 22:7). Tú y tu cónyuge no tienen que empezar la vida con todas las comodidades. Recuerda que los padres han pasado 20 años o más provisionando su casa. Es una aventura de fe empezar con poco y adquirir poco a poco lo que se necesita con la ayuda y bendici ón de Dios.
- 3. Emocionalmente. Hay que separarse de una dependencia emocional de los padres para poder vivir como adultos en la familia nueva. No es un abandono ni un rechazo de ellos, sino una entrega mutua de la nueva pareja a satisfacer sólo en el cónyuge, sus necesidades emocionales.
El segundo paso es «se unirá a su mujer…» Esta unión es legal, duradera y práctica. La sociedad demanda un pacto legal para los que forman familias para darles el apellido familiar. Aunque esa misma sociedad permite el divorcio, los consejeros seculares reconocen que los problemas de la desunión causan situaciones desagradables y costosas. El cristiano no debe ni permitirse el lujo de ni siquiera pensar en la posibilidad de un divorcio como solución de sus problemas. Cristo dijo: «…lo que Dios ha unido, ningún hombre lo separe» (Mc. 10:9). La disciplina práctica de vivir juntos en armonía requiere del amor AGAPE para unir bien en una pareja fuerte a dos individuos con sus diferentes personalidades, tempera-mentos y necesidades. Esa unión es divina y por lo tanto inviolable sin sufrir daños serios.
El tercer paso, «…y los dos serán una sola carne», se refiere al aspecto sexual de la relación. No es sólo una necesidad biológica para la procreación, es una necesidad psicológica para la unidad más estrecha que puede existir entre dos almas. Obviamente el modelo bíblico habla de la unión entre un hombre y una mujer. El homosexualismo y el lesbianismo siempre han estado fuera de la voluntad de Dios (Gén. 19:1-38; Lev. 20:13; Jueces 19:1-30; Rom. 1:23-32). Para El es abominación. En otra carta seguiremos con el tema del sexo.
Bueno, es mucho en que pensar. Pero es fundamental para cumplir la voluntad de Dios. Proponte a obedecerle con una unión permanente y sólida para Su gloria.
Tu condiscípulo en la escuela divina,
Samuel