FUNDAMENTOS PARA LA FAMILIA CRISTIANA 08 – Samuel Clark
LA CRIANZA DE LOS HIJOS 1
Queridos amigos casados:
Con esta carta quiero comenzar por fin el tema de los hijos. Confieso que al ver para atrás todos mis errores, no me dan muchas ganas de entrar en el asunto. Pero tal vez precisamente por eso debo compartir sobre la crianza de los hijos para que nadie tenga que repetir mis errores.
Mucho de nuestro estilo de vida familiar viene de nuestra propia experiencia, de la observación de otras familias, de la lectura de libros sobre el tema, y por último de nuestro estudio de la Biblia. De alguna manera tenemos que lograr que esta última fuente sea la más importante. El éxito que tengamos o el fracaso que experimentemos será de acuerdo con la fuente que predomina.
Como una prueba personal, piensa con tu cónyuge en unas similitudes que Uds. reconocen entre la manera de criar a sus hijos y la manera en que Uds. fueron criados: corrección, disciplina, y castigo por un lado; estímulo, motivación y ánimo por el otro. Piensa en tu propia niñez y cómo te sentías. Tanto el lado negativo como el positivo son importantes para describir tu emoción dominante de la niñez, de la adolescencia y de la juventud. ¿Te sentías amado, pero condicionalmente? ¿Te sentías favorecido, preferido? Otras emociones comunes de niños: abandonado, insignificante, incapaz, no tomado en cuenta, inseguro, intimidado, rechazado socialmente, etc. Según un autor moderno que ayuda a ejecutivos a entender su comportamiento, cada emoción fuerte de la niñez produce una fobia (un temor irracional) en la vida del adulto. Eso a su vez crea una necesidad emocional muy fuerte que busca ser llenada por las relaciones con los demás. Medita un poco en tu propia vida y verás que él tiene razón, pues, el comportamiento nuestro es una manera de actuar aprendida de todas nuestras experiencias del pasado.
Ahora, volvamos a la pruebita inicial: si hay muchas similitudes en la crianza de tus hijos con la que recibiste (combinado, por supuesto, con la de tu cónyuge), entonces los hijos probablemente van a sufrir algunos de los mismos resultados en sus vidas que Uds. sufrieron. Esto resultará en un comportamiento más o menos igual. Lo que yo veo aquí de importancia crucial es que no debemos atacar sólo el síntoma sino la enfermedad, la causa. Explico: si hay un comportamiento inaceptable en algún miembro de la familia, necesitamos tratarlo en dos niveles: no sólo con castigo, sino también por una búsqueda de la verdadera causa de aquello que no aprobamos. Esto vuelve la pelota a la cancha de los padres. ¿Qué estamos haciendo (o no hacemos) que produce una fobia y una necesidad emocional en el niño? Al descubrir esto, podemos tratar la enfermedad en su raíz y luego corregir el palo torcido mientras esté flexible.
Vamos a un ejemplo común: niños de familias donde hay pleitos y tal vez un divorcio. Estos niños ven el amor muy condicional, variable, inseguro. Su emoción fuerte será la inseguridad porque no pueden concebir un amor permanente y seguro. Temerán ser traicionados, y su necesidad es de un amor incondicional. Pero cualquier cosa que suceda en su relación con otros que parece un rechazo les afectará muy negativamente. Huirán de la relación, serán solitarios y sospechosos. Actuarán en formas violentas también. Es por esto que los hijos de padres divorciados son más propensos a sufrir divorcios.
Hay consecuencias del pecado de los padres que afectan a sus hijos, nietos y bisnietos (Exodo 20:5; 34:6,7; Numeros 14:28-33). Pero estas generaciones no sufren la culpa de los padres, porque Dios dijo, «…los hijos no morirán por sus padres; cada uno morirá por su propio pecado» (Deut. 24:16; Ezequiel 18:20). La salvación de nuestros pecados en la muerte del Señor Jesucristo es una salvación del pasado, en el presente y para el futuro (Juan 5:24 muestra los tres tiempos bajo la salvación en Cristo). Por esto no tenemos que perpetuar una cadena negativa de consecuencias malas con nuestros hijos. La Cruz de Cristo rompe las cadenas de la vida. Nos deja libres de la culpa y del poder del pecado sobre nosotros si reconocemos Sus victorias como nuestra herencia en Cristo, y por la fe las reclamamos y las aplicamos a nuestra vida presente.
Ahora, si tuvimos relaciones malas de niño, muy posiblemente estamos repitiendo algo de esto con nuestros hijos. Necesitamos tomar pasos para arreglar esas cosas con una obediencia fresca a la Biblia como la única alternativa verdadera a la repetición de los errores generacionales. ¿Cómo se hace? Permíteme sugerir algunos pasos prácticos que he descubierto:
- 1. Reconocer la fuente de mi forma de reaccionar y actuar, y arrepentirme de lo malo.
- 2. Perdonar sinceramente a cualquiera y a todos los que pudieran haber causado estas cosas. «Perdónalos, Padre, porque no saben lo que hacen.» Pedir perdón a los que he impactado negativamente puede ser otra necesidad para sanar relaciones familiares.
- 3. Tomar como meta actuar como la Biblia enseña en todo para no seguir lo aprendido de tus experiencias. «Tu voluntad es mi deleite, tu ley está en mi corazón» (Salmo 40:8).
- 4. La única victoria verdadera (y duradera) es aplicar la Cruz de Cristo a todas las obras de la carne, pidiéndole al Espíritu Santo hacerla efectiva no solamente en el presente sino también en el pasado con todas sus heridas.
- 5. Buscar del mismo Espíritu la satisfacción de todas mis necesidades para quedarme libre de las acciones de otros para poder servir a Dios.
- 6. Orar por mis hijos y por otros que he afectado para que ellos encuentren esta misma sanidad y la libertad de los hijos de Dios.
Jesucristo nos quiere liberar de las consecuencias del pasado y de los futuros problemas para nuestros hijos y los hijos de ellos. «Si vosotros permanecéis en mis palabras, verdaderamente sois mis discípulos: y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres» (Juan 8:31,32). «Padre, santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad» (Juan 17:17). Por medio de la obediencia constante a los principios de la Palabra de Dios, logramos la libertad completa que Jesús vino a darnos. “Sed hacedores de la Palaabra y no tan solamente oidores que se engañan a sí mismos…” (Santiago 1:22).
Los padres tenemos una responsabilidad muy grande para con nuestros hijos. Debemos aceptar el hecho de que nuestras vidas les están afectando o positiva o negativamente en cada acción/reacción nuestra. Somos la luz de nuestras familias si estamos haciendo lo que Jesús mandó. Nos seamos “candil en la calle pero oscuridad en la casa”.
Para familias con relaciones sanadas,
Samuel