FUNDAMENTOS PARA LA FAMILIA CRISTIANA 10 – Samuel Clark
LA CRIANZA DE LOS HIJOS 3
Queridos amigos casados:
El asunto que urge tratar ahora es la crianza de los hijos que Dios nos ha dado o nos dará. Uno de los motivos más fuertes para tener un matrimonio realmente cristiano es que éste será el ambiente propicio para criar una familia que glorificará al Señor en este mundo. Vamos a penetrar en este terreno para sembrar unas semillas que espero en Dios les sirvan.
El primer paso en una empresa espiritual debería de ser la oración. Si hemos de triunfar en esta tarea, será porque la gracia de Dios nos capacita y motiva a hacer nuestra parte. La gracia de Dios desciende del Trono de Gracia en respuesta a la oración de fe (Hebreos 4:16; Santiago 1:5,6).
Permítanme mostrarles una serie de pasajes con promesas fantásticas con sus respectivas condiciones. Escriban aquí mismo la promesa y la condición que asegura el cumplimiento de lo que Dios promete.
Condición Promesa
Mateo 7:7,8
Mateo 21:22
Juan 14:13
Juan 15:7
Juan 16:24
1 Juan 5:14,15
1 Juan 3:22
La oración es privilegio y deber, deleite y trabajo, descanso y lucha, lo más fácil y lo más difícil. Es el secreto de toda vida fructífera y victoriosa. Pero sólo si se cumplen estas condiciones. No hay nada más vacío que las oraciones de pura palabrería y repeticiones vanas que aburren al que reza y al Señor. La oración vital y eficaz nace de la humildad y de la desesperación del que clama a Dios porque sabe que no hay otro que le pueda ayudar. Esta es la clase de oración que los padres deben practicar fielmente a favor de sus familias. Como padre o madre debes hacer tuyo el voto de Samuel el profeta: “Lejos sea de mí que peque yo contra Jehová cesando de rogar por vosotros; antes os instruiré en el camino bueno y recto” (1 Samuel 12:23).
¿Dónde empezar? ¡Contigo mismo! Tienes que aprender a ser buen padre o buena madre. Antes de tomar clases, leer libros o escuchar cintas, debes estar creando el hábito de pedir a Dios que te enseñe Sus caminos (Salmos 25:4,5). Haz tuyas las peticiones del Salmo 119:1-176. Márcalas con una palomita o subráyalos con un cierto color para estarlas pidiendo regularmente. Adáptalas a tu situación y necesidad, ampl íalas para incluir otras áreas que te afectan.
En segundo lugar, ora por tu cónyuge. La familia cristiana no se desarrolla con el esfuerzo de sólo uno. Ambos tienen que trabajar y esforzarse. Si esto no está funcionando en tu matrimonio, ponte a orar por la vida espiritual de tu pareja. Usa las oraciones de Pablo como modelos para saber orar efectivamente por otro: Efesios 1:15-20; 3:14-21; Fil. 1:9-11; Col. 1:9-12; 4:12; 1 Tesalonicenses 3:12,13. Pregunta a tu cónyuge qué quiere que pidas específicamente todos los días. Sé fiel y constante.
El tercer paso es orar por los hijos “habidos y por haber”. Si no tienen hijos todavía, están en la mejor posición para pedir por ellos desde antes de su concepción y nacimiento. No por el color de ojos, sexo, tamaño, temperamento, cosas así. Pero sí pueden pedir que Dios le toque su corazón temprano, que le guarde de experiencias dañinas para su alma, que le proteja de Satanás, que le dé hambre de la Palabra, que aprenda a orar con fe, etc.
El libro de Proverbios ofrece mucho material para la oración de padres por sus hijos, especialmente los que ya nacieron y en quienes vemos debilidades y necesidades. Tomen ahorita el primer capítulo y hagan una lista de oración para sus hijos. Luego en otras ocasiones hagan lo mismo con los capítulos 2 al 9. Hagan una lista para cada hijo con textos anotados para poder pedir con confianza lo que la misma Palabra de Dios enseña que es bueno y deseable para ellos. Estén pendientes en su lectura bíblica para hallar promesas especiales que puedan reclamar para cada uno de ellos conforme a su personalidad. En años venideros les sorprenderán al ver la fidelidad de Dios para cumplirlas, como dijo el Rey Salomón en 1 Reyes 8:56: “…ninguna palabra de todas sus promesas … ha faltado”.
Luego, no hay que olvidar dar gracias a Dios por los hijos, cada cual tal como es, con sus problemas físicos o espirituales, con sus debilidades y puntos fuertes. La Palabra nos enseña a dar gracias por todo (Efesios 5:20) y esto incluye a los hijos con todo lo que añaden a la familia. También debemos dar gracias en todo (1 Tesalonicenses 5:18), lo que incluye los accidentes, enfermedades, pruebas y problemas que traen a nuestra experiencia. ¿Por qué dar gracias por todo y en todo? Romanos 8:28,29 enseña que es por medio de estas cosas que Dios produce el bien en nuestra vida al irla transformando a la imagen de Jesucristo. Santiago 1:2-4 explica que las pruebas producen un proceso de maduración espiritual. Así ponemos por obra nuestra fe; obedeciendo un mandamiento difícil le damos gracias con confianza en lo invisible y convicción en lo que no se ve aún (Hebreos 11:3).
En último lugar, si es posible oren juntos por los hijos. No hay nada que une los corazones más que humillarnos delante de Dios y pedir Su ayuda y poder para lo que nos ha encomendado como tarea para la pareja cristiana. Necesitamos reclamar la promesa de Mateo 18:19: “Si dos de vosotros se pusieren de acuerdo sobre cualquier cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre…” Hay una condición aquí: estar de acuerdo. Esto seguramente implica más que sólo decir “Amén” a lo que dice el otro. Implica que hayamos hablado de metas, objetivos y propósitos, y que estemos dispuestos a no sólo pedirlos juntos, sino trabajar juntos para su realización. De esto hablaremos en otras cartas, con la ayuda de Dios.
Para familias cristianas,
Samuel