FUNDAMENTOS PARA LA FAMILIA CRISTIANA 106 – Samuel Clark
DISCIPULANDO DE LOS HIJOS
Queridos Amigos:
No hay duda de que nuestros hijos deben ser discipulados. Pero, ¿por quién? La cultura nos dice que por los religiosos: sacerdotes, pastores, escuelas, grupos juveniles u otros de la comunidad cristiana. Viendo los resultados, me parece que este sistema deja mucho que desear. Cuando se depende de los de afuera, no llegamos al meollo del discipulado que no es “información” sino “formación”. El problema es que la formación no se hace en grupos hetero-compuestos sino homeo-compuestos (estoy inventando palabras).
Déjame explicar. Cuando un grupo se compone de individuos que no tienen relaciones diarias o naturales, hay poca integridad y escasa apertura a la vida personal por el simple hecho de no conocernos/no nos darnos a conocer por temor de vergüenza o compromiso con los que no se conocen bien. ¿Dónde se conocen bien? La familia. No es necesario que el padre de familia sea el discipulador, los padres deben estar comprometidos al discipulado de su casa. Josué pudo decir a toda la Nación de Israel, una congregación grande: “Si os parece bien servir al Señor, escoged hoy a quién habéis de servir: Si a los dioses que sirvieron vuestros padres que estaban al otro lado del río (Jordán) o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis; pero yo y mi casa serviremos al Señor” (Josue 24:15). El padre comprometido puede ser el que promueve el discipulado formal de su familia aunque el maestro bíblico sea otro más preparado. El asunto es que la familia entera se someta a ese proceso de aprendizaje práctico que produce discípulos, los que aprenden y hacen la Palabra del Señor.
En “la casa”, o sea la familia, a veces en la familia extendida, que incluye a tíos, primos, abuelos, etc., el grupo no es “mixto” sino “nosotros”, “serviremos al Señor”. Yo no puedo afirmar esto si no hay ese compromiso familiar. Sólo cuando estamos reunidos con ese tipo de relaciones hay ese fuerte compromiso necesario. Puede comenzar con sólo el padre y la madre pero debería llegar a incluir a otros miembros de la familia, especialmente a los hijos. Cristo dijo que aún los chicos son el modelo de un cristiano sincero, humilde, abierto, deseoso de aprender. Lo he visto tantas veces a lo largo de nuestro ministerio en la América Latina. El crecimiento viene más por los de “adentro” que los de “afuera”.
Cuando no incluimos a los niños en nuestro aprendizaje espiritual corremos el riesgo de crear una pared de separación en la familia – “ellos y nosotros”. ¡Qué lindo es ver a los niños que apenas están aprendiendo a leer, tomar su turno y leer las Sagradas Escrituras! Así toda la familia va creciendo en la fe y el conocimiento del Señor Jesucristo, como dice Efesios 4:13. La enseñanza debe ser más sencilla y práctica y todas las preguntas importantes contestadas en términos bien claros. Un maestro de la Biblia dice que no entendemos nada hasta que lo podamos explicarlo a un niño.
Moisés instó a los israelitas a formar a sus hijos así: “…Y estas palabras que yo te mando hoy estarán sobre tu corazón; y diligentemente las enseñarás a tus hijos, y hablarás de ellas cuando te sientes en tu casa y cuando andes por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes…” (Deut. 6:4-9).
“Por tanto, cuídate y guarda tu alma con diligencia, para que no te olvides de las cosas que tus ojos han visto, y no se aparten de tu corazón todos los días de tu vida; sino que las hagas saber a tus hijos y a tus nietos” (Deut. 4:9).
“… (Moisés) les dijo: Fijad en vuestro corazón todas las palabras con que os advierto hoy, las cuales ordenaréis a vuestros hijos que las obedezcan cuidadosamente, todas las palabras de esta ley. Porque no es una palabra inútil para vosotros; ciertamente es vuestra vida…” (Deut. 32:46,47).
En un país ateo y contrario a la enseñanza de la Biblia, un buen cristiano fue arrestado y torturado cruelmente por días para que revelara los nombres de los integrantes de su grupo de discipulado. Después de mucho tiempo trajeron a su hijo de 12 años y le dijeron que lo iban a matar a golpazos si no les diera lo que demandaba. Empezaban a golpearlo con garrotes. Al ver esto el padre grito: Déjenlo, lo haré”. Pero el niño gritó “!No lo hagas, papá! No me avergüences delante de estos incrédulos!” Y el padre, llorando, negó hacer esa traición por la fe y compromiso de su hijito.
¿Qué puede crear esta clase de compromiso en un niño? Sólo la Palabra de Dios que él ya conocía, creía y estaba dispuesto a morir para obedecer. ¿Lo habrían hecho mis hijos? ¿Lo harían los tuyos, amigo? Espero que nunca llegue a esto en nuestros países, pero en algunos está muy cerca de esto y no sabemos cómo va a terminar la Iglesia del Sigo XXI en cuanto a la fe. Jesucristo preguntó: “Cuando el Hijo del Hombre, venga, ¿hallará fe en la tierra?” (Lc. 18:8). Vivimos en tiempos terribles en cuanto a la fe cristiana. ¿Estamos preparados a pasar por grandes pruebas? ¿Están nuestros hijos preparados para la prueba de su fe?
Una cosa he observado: la fe de los que están sufriendo ahora por su fe es mucho más fuerte que la de los que vivimos bien, sin persecución ni ataques directos por ser cristianos. ¿Sabes? Ha habido más mártires por la fe en los últimos 100 años que en toda la historia del cristianismo a través de casi 2000 años. Es tiempo de prepararnos para lo que se avecina. Lo que está pasando en la China, la India, Indonesia y partes de Rusia es una prueba abierta pero no reportada en la prensa en países donde el cristianismo es aceptable oficialmente. No me sorprendería si pronto, en las democracias, “la mayoría incrédula” comienza a pasar leyes que nos afectarán en la libertad de culto.
La única manera de pasar pruebas de fuego es tener una fe edificada sobre el único cimiento firme: Cristo Jesús. Y tener firme la fe construida con materiales que no se quemarán – oro, plata, piedras preciosas (I Cor. 3:9-15). Esto describe muy bien el tipo de discipulado a que me refiero. Ese discipulado basada en HACER, no solamente en SABER.
Para lograrlo, tenemos que tomar las enseñanzas de Jesucristo en serio y preguntar con Pablo: “¿Qué haré, Señor?” Casi nunca llegamos a este punto en nuestras comunidades grandes, pero en el hogar o con la familia podemos hacerla y ayudarnos a ver la voluntad del Señor para nuestra vida, y además comprometernos a cumplirla con el apoyo de todos los que nos conocen y aman. Las normas bíblicas no son anticuadas. No somos legalistas si obedecemos al Señor Jesús quien resumió toda la Ley en dos mandamientos:
“Amarás al Señor tu Dios con todo el corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente.”
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” (Mt. 22:37-39)
Entonces, veremos qué significa esto en la vida familiar primero y luego en la sociedad. No debe ser complicado sino sencillo; no fácil pero práctico. La oración familiar debería estar enfocada en cómo cumplir Su voluntad. Enseñemos nuestra fe a nuestros hijos en como vivimos y en lo que creemos. En esto está la esperanza para las generaciones futuras.
Abrazos, Samuel