FUNDAMENTOS PARA LA FAMILIA CRISTIANA 126 – Samuel Clark
BENDICIENDO A OTROS
Queridos Amigos:
Se está perdiendo la buena costumbre familiar de bendecir a nuestros hijos y otros miembros familiares que era parte de la cultura cristiana cuando se despedían. Esta costumbre era común entre los creyentes desde el tiempo de Abraham. Se basaba en las promesas de Dios de estar con ellos. Dios mismo prometió a Isaac (Gén. 26:3), a Jacob (Gén. 29:15), a los hijos de Jacob en Egipto (Gén. 48:21) en estas palabras: “Yo estaré contigo…” Luego Dios se lo prometió a Moisés (Ex. 3:12 y 33:15,16), a Josué también (Deu. 31:8; Josue 1:5,9) y por inspiración del Espíritu Santo a todos los cristianos en Hebreos 13:5,6: “…porque Él dijo: No te dejaré ni te desampararé, de manera que decimos confiadamente: El Señor es el que me ayuda; no temeré. ¿Qué podrá hacerme el hombre?” Por esto los hijos de Israel le dijeron a Josué que le obedecerían y le seguirían “con tal que el Señor tu Dios esté contigo como estuvo con Moisés” (Josue 1:17).
La Biblia nos dice que es obvio cuando el Señor está con alguien porque viven con Su bendición. Leemos en Rut 2:4 que Boaz saludó a sus obreros así: “El Señor esté con vosotros”, y ellos contestaron “El Señor te bendiga.” Esta bendición de Su presencia con nosotros es la que debemos querer para nuestros hijos, familiares y amigos. Los sacerdotes en el Antiguo Testamento bendecían a los israelitas con esta preciosa bendición (Núm. 6:24-26):
El Señor te bendiga y te guarde;
El Señor haga resplandecer su rostro sobre ti y tenga de ti misericordia;
El Señor alce sobre ti su rostro, y te dé paz.
Pablo tenía esta bendición en mente cuando pedía que el Señor estuviera con las iglesias (Rom. 15:33; 2 Cor. 13:11; Fil. 4:9 y 2 Tes. 3:16).
Pero no podríamos pedir esta bendición si no tuviéramos esas promesas divinas dadas a Sus siervos en el Antiguo Testamento. Son para nosotros también. “Porque todas las promesas de Dios son en El (Cristo) sí, y en El Amén, por medio de nosotros para la gloria de Dios” (2 Cor. 1:20). Veamos algunas que son para nosotros:
Salmos 91:15 “Me invocará, y le responderé; yo estaré con él en la angustia; lo rescataré y lo honraré.” ¿A quién hace tal promesa? Al que habita al abrigo de Dios y que ha puesto al Señor como su refugio y habitación, el que en Dios ha puesto su amor (Salmos 91:1-14). Por esto Dios estará contigo también si lo buscas.
Isaias 43:5 “No temas, porque Yo estoy contigo.” Es la única manera de no tener miedo en un mundo de violencia como el nuestro. ¿Pides esta bendición para ti y los tuyos en estos días tan peligrosos?
Isaias 45:2 “Yo iré delante de ti y allanaré los lugares escabrosos…” Es la única manera de pasar por lugares peligrosos en nuestras calles llenas de gente mala.
Isaias 55:12 “…porque delante de vosotros irá el Señor, y vuestra retaguardia será el Dios de Israel.” Cuando uno tiene a Dios de frente y atrás, aunque es débil, se siente muy seguro. Pero la condición es salir del mundo impuro y purificarnos por Su Palabra en el corazón (vs.11).
Salmos 16:8,11 Al Señor he puesto continuamente delante de mí; porque está a mi diestra, permaneceré firme…en tu presencia hay plenitud de gozo; en tu diestra, deleites para siempre..” Nota que era una decisión de David tener al Señor de frente y estar al lado del Señor cuando andaba en peligrosas batallas. Era el secreto de David – “Y David prosperaba en todos sus caminos, pues el Señor estaba con él” (1 Sam. 18:14; 2 Sam. 5:10).
2 Crónicas 20:12 “No necesitáis pelear en esta batalla; apostaos y estad quietos, y ved la salvación del Señor con vosotros.” Fue el mensaje del profeta a Josafat, el rey de Judá que tenía que pelear contra una gran multitud de enemigos. Dios le cumplió Su promesa. Los enemigos se mataron unos a otros; el ejército de Judá no tuvo que pelear; sólo recogía el botín del campamento destruido. Tal era la fe de Josafat y sus soldados que al salir al campo de batalla pusieron en el frente a los levitas cantores que cantaban las alabanzas a Dios, no a los mejores soldados como sería la manera lógica. Su fe fue recompensada y así será para nosotros si aprendemos a confiar en Dios y obedecer Su plan.
Mi ejemplo favorito de una bendición verdadera y apostólica es>: “Y el Dios de paz, que resucitó de entre los muertos a Jesús nuestro Señor, el gran Pastor de las ovejas mediante la sangre del pacto eterno, os haga aptos en toda obra buena para hacer su voluntad, obrando El en nosotros lo que es agradable delante de El mediante Jesucristo, a quien sea la gloria por los signos de los siglos. Amén” (Heb. 13:20,21).
Necesitamos observar varios puntos para asegurar que estemos en condiciones de recibir esta bendición: La primera es ser creyentes en Jesús como nuestro Gran Pastor por haber creído en el Evangelio de Cristo. Esta Buena Noticia habla de un Nuevo Pacto Eterno con Dios por medio de la sangre de Jesús derramada en la Cruz por nuestros pecados, por Su resurrección de la muerte y Su ministerio en el Cielo como nuestro Gran Sumo Sacerdote. El autor explica esta base firme de nuestra esperanza en el libro de Hebreos. Pedro en 1 Pedro 1:3,4 lo afirma: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien según Su gran misericordia, nos ha hecho nacer de nuevo a una esperanza viva, mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, para obtener una herencia incorruptible, inmaculada, y que no se marchitará, reservada en los cielos para vosotros.” Si no estamos seguros de nuestra salvación, ¿cómo podemos pedir o esperar que nos bendiga? Dios no estará con nadie que no esté con Su Hijo Amado.
La segunda condición para tener Su bendición es estar queriendo vivir según Su voluntad en este mundo que Él quiere que oigan el Evangelio y crean también en Su Hijo. La bendición de Dios es con los que dejan que Cristo more en ellos y haga Sus buenas obras aquí en el mundo tan necesitado. Esta clase de vida es agradable a Dios y manifiesta Su presencia en nosotros. Francamente, creo que es por esto que no vemos más bendiciones en las vidas de creyentes porque buscan su propia felicidad, éxito y comodidad.
Las personas más bendecidas que yo he conocido en mis 55 años de conocer a Cristo son las que viven para Dios y no para sí mismos, como Pablo exhorta en 2 Corintios 5:14,15: “Pues el amor de Cristo nos apremia, habiendo llegado a esta conclusión que Uno murió por todos, por consiguiente, todos murieron; y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.” ¿Eres tú uno de estos? Es la mejor manera de experimentar Su presencia y obra en la vida. Vidas egoístas no pueden ser bendecidas con Su presencia y obra.
Si esta es la vida que quieres, esta bendición es para ti: “Que el Señor te bendiga y guarde y te acompañe en todo lo que haces para Su Reino.”
Abrazos, Samuel