FUNDAMENTOS PARA LA FAMILIA CRISTIANA 137 – Samuel Clark
PADRES AVERGONZADOS
Queridos Amigos:
No sé si tú te sientes avergonzado, vencido y/o culpable como padre o no, pero hay un creciente número de padres de familia hoy día que sufren con esos pensamientos, especialmente los que tienen adolescentes y jóvenes. Si nunca lo has sentido, prepárate, pues, es una experiencia común entre padres y madres cristianos. Tal vez es porque tenemos metas perfeccionistas por todo lo que hemos oído en conferencias, leído en libros o visto en algunas familias que nos induce al juego de comparaciones. Nunca es sabio compararnos con otros padres o familias porque todos somos diferentes, todas las circunstancias son diferentes, y los tiempos cambian tan rápidamente que cada año trae nuevos desafíos que nos confunden y asustan. ¿Quién no teme fracasar con la crianza de sus hijos al ver el alto porcentaje de hijos de familias cristianas que no siguen con el Señor después de salir del seno familiar (a veces antes)?
Quiero hablarles francamente como uno que ha pasado por esta lucha y conoce las depresiones y desánimos que bajan como una manta gruesa que oscurece la vida del padre o madre que ha tratado de hacer lo correcto y ha orado por años por cada hijo. Luego ha sido golpeado al ver a un hijo decidir desobedecer al Señor, y escoge un camino que sólo trae tristeza y tragedia a su vida. Mucho hemos hecho para enseñar a padres cómo criar a sus hijos, pero poco sobre qué hacer cuando no toman decisiones sabias, más bien, contrarias a lo que les hemos enseñado.
Si nunca te ha tocado esta experiencia, eres muy bendecido y debes agradecerle a Dios lo que Él ha hecho en tus hijos, y reconocer que la gloria es de Él porque ningún padre es perfecto. De hecho, es sorprendente ver ejemplos bíblicos de padres cuyos hijos no siguieron las enseñanzas ni el ejemplo de sus padres, comenzando con Adán y Eva que sufrieron mucho con sus primeros dos hijos. Luego, Isaac y Rebeca con sus dos hijos, Jacob con sus hijos, el Sumo Sacerdote Elí y aun el gran profeta Samuel. ¿Por qué tenemos tantos ejemplos de esto entre los famosos de la Biblia? Pienso que es por dos razones:
- Primero, porque Dios quiere advertirnos que estamos en un mundo que está lleno de tentaciones que atacan a los creyentes.
- Segundo, porque necesitamos aprender a vencer esa vergüenza que sentimos cuando nuestros hijos no deciden seguir a nuestro Dios y nuestras enseñanzas. Este es el punto principal de mi mensaje a padres y madres que luchamos con esta tendencia de sentir gran culpabilidad y vergüenza que afectan tanto nuestra comunión con Dios y ministerio con otros.
Se ha estimado que la mayoría de hijos criados en hogares cristianos y en iglesias con programas para niños y jóvenes no siguen después como discípulos de Cristo. Se ofrecen como razones las tremendas influencias mundanas de todos los medios de comunicación – radio, T.V., juegos del Internet, cine y espectáculos con artistas de influencia poderosamente negativa. Lo que llama la atención es que aún en las familias de líderes cristianos, existe este fenómeno de la fuerte influencia del mundo enemigo del cristianismo, y se ve el efecto en los hijos. En varios países, hay una generación de hijos de cristianos que no quieren identificarse como cristianos.
Esta es la realidad en que vivimos. Yo creo que hemos de cuidarnos mucho del peligro de fracasar como “padres avergonzados”. Veamos de frente este peligro y aprendamos a vencer las tentaciones que como padres tenemos.
Primero, tenemos que vencer ese enemigo sutil, el orgullo. Cuando hayamos hecho muchas cosas buenas y aun así los hijos no siguen, es un tremendo golpe a nuestro auto concepto. Nos damos cuenta de que estábamos enaltecidos cuando los hijos andaban bien, y aparentemente seguían al Señor, como si fuese por nuestra buena obra con ellos. El orgullo es pecado, y nos damos cuenta de esto cuando nuestros hijos no salen bien de sus luchas y tentaciones. Por esto, repito, si tus hijos van bien ahora, den toda la gloria a Dios y siempre agradezcánle por Su misericordia y gracia inmensa.
Por esto, si nos sentimos así, confesemos nuestro orgullo y aceptemos que ninguno es perfecto como padre, y que aun cuando hacemos lo bueno, el diablo está cerca para hacernos gloriar en nuestros hijos y no en el Señor. Pablo nos dice, “…como está escrito: EL QUE SE GLORIA, QUE SE GLORIE EN EL SEÑOR.” (1 Cor. 1:31). O, en nuestras palabras, “Si te jactas, que te jactes solamente de Cristo.”
Segundo, no debemos culparnos como padres de las malas decisiones de los hijos. El diablo, el acusador de los hermanos, nos acusa de sus acciones pecaminosas, pero cada pecado es en el fondo una decisión de desobedecer lo que saben que es correcto y hacer lo que el mundo dice que está bien. Si nosotros hemos enseñado con palabras y ejemplo, el único culpable es el que toma la decisión de creer las mentiras de Satanás. Gén. 3:1-13 es la historia de todo pecado. Léelo y ve a tu hijo en el lugar de Eva o Adán. ¿Se sentía Dios culpable por el pecado de Sus criaturas? ¡No! Triste, sí, como el Espíritu Santo se entristece con nuestros pecados (Efesios 4:30), pero no culpable. La culpa es del hijo. Que nuestra actitud sea como el padre del hijo pródigo (Lucas 15:11-32), triste pero anticipando su regreso.
Tercero, oremos mucho por nuestros hijos pródigos y los pródigos de compañeros. Estoy seguro que el padre de aquel pródigo oraba de día y noche por su hijo. En vez de avergonzarse por los actos vergonzosos de su hijo, pasó el tiempo orando y anticipando su regreso, mirando a cada rato por el camino. ¡Y un día lo vio! Corrió a encontrarlo y abrazarlo. Tenemos una copia de la pintura de Rembrandt en el comedor y una copia de su esbozo en pequeño con tinta. Me hace pensar en cómo lo recibió, sin una palabra de regaño y con todo lo que podía hacer para que se sintiera “bienvenido” y no rechazado (como lo hubiera hecho el hermano avergonzado).
Hermanos padres y madres, quitemos la vergüenza y recordemos que Cristo murió por todos los pecados. Es nuestro Abogado, la propiciación perfecta por todos nuestros pecados (1 Juan 2:1,2) y por los de nuestros hijos. No les pongamos ningún obstáculo para regresar a Dios y a nosotros cuando “vuelven en sí”.
Luchemos juntos por la victoria en nuestros hijos por Su gran misericordia y gracia.
Abrazos, Samuel