FUNDAMENTOS PARA LA FAMILIA CRISTIANA 139 – Samuel Clark
NUESTRO MUNDO ACTUAL
Queridos Amigos:
Permítanme describir el mundo que nos rodea en este Siglo 21 desde la perspectiva de uno que nació y vivió más de 68 años del Siglo 20 y que vio tantos cambios en la cultura de mi país y también en los 55 años que he vivido en Latinoamérica donde he visto tremendos cambios. Así creo que mis amigos más jóvenes puedan entender por qué cada generación es tan diferente que las pasadas que tenemos que darles un nombre especial. La generación actual, que pronto dará lugar a la siguiente, se llama “Los Milenialistas” porque vieron nacer no sólo un siglo sino un milenio nuevo. Quiero decirles que a veces me siento como un extra terrestre llegado de otro mundo y que no puede entender esta generación milenialista.
Aunque he visto estos cambios, casi no he podido acompañarlos porque suceden tan rápidamente que me dejan atrás sin entender ni el porqué ni el cómo. Por esto me siento como extranjero en el mundo actual. ¡Qué montón de inventos han salido para el trabajo, el transporte público y personal! El idioma se ha mudado tanto que muchas veces no entiendo lo que oigo en películas. Tengo que poner subtítulos para entender la nueva jerga. En fin, amigos, prepárense para esta experiencia si les toca envejecer.
En términos de cambios en costumbres, moralidad, el modo de vivir, nuevas profesiones que dependen de nuevas tecnologías para resolver nuevos problemas de la salud, hemos visto cambios enormes. Hemos tenido que cambiar nuestro estilo de vida constantemente para poder participar en este mundo del Siglo 21.
No todos los cambios son positivos. Algunos son bastante negativos y nos ponen en peligro de perder unas habilidades como el escribir y hacer procesos matemáticos porque los aparatos electrónicos los resuelven para nosotros. Pero ¿has notado lo que sucede en un supermercado cuando “se va el sistema”? Están paralizadas las cajas, no hay manera de cobrar las compras. Apagones por horas de los sistemas cibernéticos han afectado el tráfico aéreo peligrosamente porque todo depende de estas nuevas tecnologías. El mundo no funciona ya sin ellas. Hay mucho temor, inclusive de terrorismo cibernético.
Pero hay una condición constante que yo veo a través de las décadas que me ha tocado vivir. La condición espiritual de las naciones e individuos es igual en el fondo del alma de cualquier época, inclusive en los tiempos del Antiguo Testamento y los de Jesús y Pablo. Me refiero a la división entre todos los hombres en dos grupos generales: los que han experimentado un cambio espiritual de conversión a los caminos de Dios, y los que no lo han experimentado y siguen en los caminos del pecado. Otra manera de decirlo es: los que conocen, aman y obedecen a Dios, y los que no le conocen y le desobedecen. La humanidad siempre ha tenido estas dos expresiones de su vida espiritual: obediente y rebelde. Desde la creación del hombre se ha dividido en estas dos formas de actuar. Ejemplo son los dos hijos de Adán y Eva en Génesis. Los que son como Abel y los que son como Caín, el primer asesino, quien “era del maligno y mató a su hermano…porque sus obras eran malas y las de su hermano justas (I Juan 3:12). Así se desarrolló el mundo con estos dos grupos, los hijos de Dios y los hijos del Diablo.
Con la venida de Jesucristo al mundo, la división de los dos grupos ha sido más evidente porque la cristiandad ha sido establecida entre las naciones de manera que Pablo pudo describir su mundo así: “…una generación maligno y perversa en medio de la cual resplandecéis (los hijos de Dios) como luminares en el mundo…” (Fil. 2:15). Esa generación existía en la época del Imperio Romano, pero ¿no es una descripción acertada de nuestra generación también?
El gran problema es que cuando los hijos de Dios no viven en la Luz de la Palabra de Dios y se adaptan al mundo, esa división en dos tipos de personas no es muy evidente. A veces es muy difícil reconocer a los que conocen a Dios porque, como los de Creta donde Tito estaba trabajando. Pablo los describió así: “Profesan conocer a Dios pero con los hechos lo niegan, siendo abominables y rebeldes, reprobados en cuanto a toda buena obra” (Tito 1:16). ¿No te parece que así es mucho de la llamada “cristiandad” en la mayoría de las culturas que antes se conocían como “cristianas”? No hay duda que hay muchos verdaderos creyentes que deberíamos oír y obedecer la exhortación de Pablo: “Haced todo sin murmuraciones ni contiendas, para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha…” (Fil.2:14,15). Esto implica un avivamiento espiritual necesario entre los que hemos creído en Cristo como nuestro Salvador para seguirlo como nuestro Señor.
Padres de familia, estamos perdiendo la batalla por las almas de los jóvenes que nacieron en hogares cristianos; muchos ya no se identifican como cristianos en sus vidas de adultos. Esto nos debe preocupar. No hemos discipulado a nuestros hijos. ¿Por qué? ¿Somos discípulos verdaderos? ¿Estamos caminando en las pisadas de nuestro Maestro y Señor?
Si queremos ver este impacto en el mundo, tenemos que ser discípulos de Cristo y luego discipular a nuestros hijos con oración constante y la enseñanza de Su Palabra por ejemplo y con el estudio de la Biblia con énfasis en la práctica de Sus mandamientos.
Si no vivimos así en familia, no estamos resplandeciendo como luminares. Si no lo hacemos con la familia, ¿cómo vamos a hacerlo en el mundo de tantas tinieblas? Mi opinión es que todo debe empezar en familia y luego en el mundo. ¿Somos “candil en la calle y oscuridad en la casa”? Este es un llamado a asegurar que nuestro hogar sea una luz para impactar a nuestra comunidad. Que Dios nos ayude a vivir así siempre.
Abrazos, Samuel