FUNDAMENTOS PARA LA FAMILIA CRISTIANA 142 – Samuel Clark
LOS HIJOS DE HOGARES CRISTIANOS
Queridos padres de familia:
Hay ventajas grandes y desventajas peligrosas para los hijos que nacen en un hogar cristiano. Algunos creen que es pura ventaja e inclusive muchos creen que los hijos concebidos y nacidos de padres cristianos automáticamente son cristianos. Dicen: “La pareja de jirafas produce bebés jirafas.” Pero la experiencia enseña que no es así y la Palabra de Dios afirma que cada uno tiene que nacer de Dios, no por tener padres cristianos, ni de vivir en un país cristiano, ni por una religión de segunda mano (Juan 1:12,13).
Cristo comenta sobre esto en Mateo 8:11,12. Dice: “Yo os digo que vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el Reino de los Cielos pero los hijos del Reino serán arrojados a las tinieblas de afuera; ahí será el llanto y el crujir de dientes.” La frase “los hijos del reino” se refería a judíos religiosos que no creían en el Evangelio del Reino. Sólo se puede entrar a sus bendiciones al nacer de nuevo, del Espíritu (Juan 3:3-5).
No podemos confiar en el hecho que nuestros hijos han oído el Evangelio desde la cuna y saben mucho acerca de Jesús, Su nacimiento milagroso, Sus milagros, Su muerte y aún Su resurrección. Los judíos habían oído las profecías; muchos habían visto los milagros de Jesús; tal vez habían comido del pan y pescado que Él les había proporcionado, pero no eran creyentes verdaderos. Eran como los “discípulos” de Juan 6:60-66 que volvieron atrás, ofendidos por Su mensaje tan “duro”. ¿Por qué? Era por Su declaración sublime, “Yo soy el pan vivo que descendió del cielo. Si alguno comiere de este pan vivirá para siempre; y el pan que yo también daré por la vida del mundo es mi carne” (Juan 6:51). ¿Por qué les ofendió tanto? Porque Él estaba diciendo que su religión y sus obras buenas no eran suficientes para salvarles. Tenían que creer en Su muerte por sus pecados, conforme a las Escrituras, Su sepultura y Su resurrección, conforme a las Escrituras” (o sea, el Evangelio, I Cor. 15:3,4). El Evangelio estaba profetizado en las Escrituras para que ellos creyeran en El cuando apareciera, pero no las entendieron y le crucificaron. Él les había dicho en Juan 5:39,40: “Examináis las Escrituras porque vosotros pensáis que en ellas tenéis vida eterna, y ellas son las que dan testimonio de mí, y no queréis venir a mí para que tengáis vida.” ¡Qué tragedia! Los hijos crecidos bajo las enseñanzas del Antiguo Testamento no querían entrar en el Reino por las Buenas Nuevas que Jesús enseñó y ofreció en Su obra por ellos!
Ahora, ¿por qué estoy relacionando estos pasajes con el fenómeno de hijos de cristianos y de siervos de Dios, “hijos del Reino”, que no llegan a experimentar el nuevo nacimiento y se separan del Señor? Porque aunque muchas han estado “cerca del Reino”, no han “entrado en el Reino”. Aunque saben mucho acerca de Dios, Cristo, la Biblia, no conocen al Señor como su Salvador y Señor. Han visto muchas oraciones contestadas, pero no tienen fe para pedir lo que más necesitan.
Por esto digo que han tenido mucha ventaja sobre los que nacen en hogares ateos donde no hay paz ni luz de Dios; no han visto buenos ejemplos en su familia y siguen los malos modelos de este mundo perdido. Siempre doy gracias por el hogar en que nací y crecí porque nunca vi pleitos, nunca oí griterías, maldiciones o blasfemias. A pesar de esa ventaja, yo me alejé de Sus enseñanzas. Andaba lejos de la Verdad cuando por fin Dios me salvó.
El buen ejemplo es ventaja enorme pero no garantiza que los hijos vayan a escoger el Buen Camino. Y tengo que admitir que algunos malos ejemplos dentro de mis familiares me afectaron más que los buenos ejemplos.
A veces pensamos que “decir” es lo mismo que “enseñar”. Los hijos necesitan ser “alumbrados” por la exposición (explicación) de la Palabra y por la enseñanza y las experiencias con el Espíritu de Dios cuando son impactados con Su luz. Los padres necesitamos exponer esa enseñanza correctamente y con sencillez. Esto exige que pasemos mucho tiempo en el estudio de la Palabra de Dios y en oración por ellos. Es en esos tiempos que recibimos los mensajes para ellos. “Jehová el Señor me ha dado lengua de discípulo para que yo sepa sostener con una palabra al fatigado. Mañana tras mañana me despierta, despierta mi oído para escuchar como los discípulos” (Is. 50:4). Esto es lo que los padres tenemos que estar recibiendo y compartiendo con nuestros “discípulos” (hijos). Tengo que confesar que esto faltaba en mi hogar cuando yo empecé a servir a Dios. También es donde muchas veces fallé con mis propios hijos. Por esto siento que es una amonestación que debo hacer a mis amigos padres de familia.
No desprecien la oportunidad de hacer discípulos en sus propias casas como primera prioridad. Nunca digan “Haz lo que digo; no lo que hago.” Que nuestros hijos nunca digan: “Lo que haces habla tan fuerte que no puedo escuchar lo que dices.”
Hay que haber estas dos realidades, el ejemplo y la enseñanza personal, para que nuestro hogar sea una ventaja y una bendición. Si no las hay, puede llegar a ser una desventaja y maldición para los hijos. Es preciso poner el buen ejemplo y la buena enseñanza. Cuidado con poner mal ejemplo y no enseñar bien.
Como les he dicho en otras cartas, he visto en estos muchos años algunos hogares “escuelas de discípulos” y he visto otros que han perdido su oportunidad; sus hijos han sufrido por eso y no han seguido al Señor. ¿Por qué? Las actividades dentro y fuera de la casa a veces les roban del privilegio de ser discipulado por sus padres y madres, aún actividades “espirituales” como estudios bíblicos y reuniones que llegan a tener más prioridad que el pastoreo de los hijos.
Doy gracias a Dios que he visto a unos ejemplos buenísimos de las ventajas del hogar cristiano entre nosotros… Pero me preocupan los “hijos del Reino” que no han llegado a Cristo todavía. Y me preocupan las familias con hijos pequeños que son prospectos perfectos para llegar a conocer a Dios y servirlo si sus padres aprovechan estos años, que pasan tan rápido, para asegurar que reciban el discipulado que necesitan.
Tenemos que preparar a nuestros hijos para la vida en un mundo adverso, lejos de perfecto. ¿Cómo? Enseñándoles a enamorarse de Jesús de tal manera que lo quieran seguir siempre, aún en contra de otras atracciones o ataques de Satanás, porque esto es lo que encuentran en el mundo de hoy.
Que Dios les bendiga, Padres de Familia, y que les enseñe para que enseñen a sus hijos, y a muchos otros también.
Abrazos, Samuel