FUNDAMENTOS PARA LA FAMILIA CRISTIANA 23 – Samuel Clark
EL PAPEL DE LA ESPOSA
Queridos amigos casados:
En estos estudios ya hemos hablado de los papeles sexuales: ahora es tiempo de definir bien cuáles son y cómo deben de expresarse en la familia. El papel femenino es el primero que tratan los apóstoles debido a la gran importancia que tiene para el bienestar de un hogar (Efesios 5:22-24,33; Col. 3:18: 1 Pedro 3:1-6). Dios requiere que la esposa sea sumisa a su esposo. Quiere enseñar un principio importante de autoridad responsable para el buen funcionamiento de Su creación. De no ser así, lo que rige es la cultura, la carne o la anarqu ía.
Dios no deja la elección de la cabeza de la familia a la casualidad de los diferentes temperamentos ni a la capacidad individual. No es el más fuerte de carácter, ni el más inteligente, ni el más espiritual el que toma esta autoridad. Por nombramiento divino Dios hace que el hombre sea la cabeza. Este plan de Dios para la familia – la sumisión a la autoridad responsable – es importante para toda la sociedad. Dios nos manda someternos a las autoridades civiles (1 Pedro 2:13-19; Rom. 13:1-7). En la Iglesia, los presbíteros (ancianos) y obispos (pastores) no son escogidos por los creyentes sino “puestos” por el Espíritu Santo (Hechos 20:18; Juan 15:16; Marcos 3:13,14). 1 Corintios 11:3 establece la jerarquía de autoridad: el hombre sirve como cabeza de su mujer como Cristo es cabeza del hombre, y Dios Padre es cabeza de Cristo Su Hijo.
El plan de Dios para las esposas depende de la aceptación de Su Palabra como norma absoluta. Esto implica la renovación de su entendimiento para comprobar en la práctica que Su voluntad es buena (no va a resultar en el mal para ella ni para él ni para sus hijos), agradable (no va a ser una carga insoportable o desagradable) y perfecta (no podrá encontrar mejor plan). Fuimos creados en Cristo para buenas obras (Efesios 2:10) pero sólo podemos realizarlas al obedecer Sus principios eternos. Por esto la mujer debe someterse a su marido “en el Señor” por fe, no por razones visibles que pueda encontrar en él.
El obstáculo más grande a la obediencia es la falta de fe. Desde el Edén hasta la fecha el diablo, experto en sembrar confusión, ha encontrado un campo fértil en la mente femenina para rechazar la Palabra de Dios como injusta o ilógica. Obedecemos, no porque entendemos por qué debemos acatar una orden, sino porque creemos que es Palabra de Dios. Una vez Jesús dijo: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios…y las revelaste a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó” (Mateo 11:25,26). No necesitamos más razón que ésta: así le agrada, así lo quiere El. La esposa no debe necesitar una explicación lógica del porqué del principio de la sumisión. La Biblia lo enseña tan claramente que no puede existir la duda de que sea Su voluntad y lo mejor para nuestra vida y Su Reino.
La esposa preguntará: ¿Es incondicional esta sumisión? ¿Tengo que obedecer todo lo que dice mi marido? ¿Hay un límite? Un precedente bíblico en cuanto a la sumisión a la autoridad se encuentra en Hechos 4:19. Las autoridades judías demandaron que Pedro y Juan no hablasen más en el nombre de Jesús. Ellos respondieron: “Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios.” Más tarde les dijeron: ”Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hechos 5:29). En este caso, un mandamiento humano contradecía un mandamiento divino. Los apóstoles tenían que obedecer a Dios y aceptar las consecuencias. Fueron azotados y encarcelados. Cuando las autoridades demandaron que Jesucristo respondiera si era el Mesías o no, les contestó “Sí, lo soy.” Pero El no obedecía su mandamiento de no sanar en el día sábado porque era la voluntad de Su Padre que sanara.
Sí, hay un límite a la sumisión a la autoridad, pero es cuestión de prioridad de los mandamientos de Dios sobre los del hombre. La esposa no debe matar, robar, mentir, adorar a ídolos o hacer otra cosa que Dios prohibe, aunque su marido se lo ordene. Debe amar y hacer el bien aunque él lo prohiba. Pero debe decirle por qué no le puede obedecer, y asegurarle que sólo en este campo no le va a obedecer. Debe mostrar mucha sumisión en todo lo demás para demostrarle que no está en rebeldía, sino en sumisión a una autoridad más alta, pues, Cristo es cabeza del hombre y el Padre es cabeza del Hijo.
Hay quienes enseñan que la mujer nunca debe de desobedecer, que Dios no le tomará en cuenta ningún pecado que cometa al obedecer a su marido. El individuo es responsable de sus pecados, no importa quién le haya ordenado desobedecer a Dios. En la mayoría de los casos la mujer nunca tendrá que desobedecer a su esposo para obedecer a Dios, como el ciudadano no tendrá que hacerlo con las leyes civiles. Pero debemos admitir que puede suceder y estar dispuestos a obedecer a Dios y sufrir las consecuencias.
Al mismo tiempo, no creo que Dios vaya a ordenar a una mujer hacer cosas que irritan a su marido. Causa problemas cuando una mujer “recibe órdenes divinas” unilateralmente. En el Antiguo Testamento, no valia el voto hecho por una mujer sin el consentimiento de su esposo. Dios no da órdenes o llamamientos especiales a una esposa que requieren de su desobediencia. Hay que recordar un hecho básico: marido y mujer, delante de Dios, son una sola carne (o vida). No puede haber decisiones unilaterales, planes personales que no se coordinan con el compañero, ministerios que traen conflicto en el horario, etc. Ser una sola carne trae muchos beneficios para ambos pero requiere que uno de los dos esté dispuesto a ceder sus derechos personales y someterse al otro. Dios manda que sea la esposa quien se someta, y el esposo quien tome la autoridad responsable.
En la próxima carta examinaremos el papel del hombre a la luz de las Escrituras. Veremos que ser la cabeza del hogar es sumamente difícil y costoso. Para que él pueda funcionar como Dios ordena es necesario que su esposa se sujete a él. Dios nos motiva a obedecer con promesas de bendiciones y nos advierte de las consecuencias de la desobediencia. Los ejemplos bíblicos abundan en ambos sentidos. Observo hoy día un gran número de matrimonios con problemas porque por alguna razón la mujer no se somete a su esposo. Encuentro en matrimonios realmente felices que la esposa sí está sumisa a su esposo. Cuando la mujer decide obedecer a Dios, aunque el hombre no cumpla con su papel, hay bendición y beneficios tangibles para el matrimonio.
¡Animo, esposa! Tienes en tus manos la clave del éxito en tu hogar.
Para matrimonios bendecidos,
Samuel