FUNDAMENTOS PARA LA FAMILIA CRISTIANA 24 – Samuel Clark
EL PAPEL DEL ESPOSO
Queridos amigos casados:
Seguimos pensando en el papel de la pareja. Ahora analizaremos el del marido. El patrón bíblico se encuentra en varios pasajes del Nuevo Testamento. Vamos a considerarlos y buscar una aplicaci ón a nuestra realidad.
Efesios 5:23-33 es el pasaje más extenso y claro sobre los deberes del marido y pone como modelo el amor del Señor Jesucristo para la Iglesia. El marido tiene el paquete mayor al recibir tal encargo. Debe estudiar profundamente el amor de Cristo y pedir al Espíritu del Señor que lo reproduzca en su corazón y en su relación con su esposa. Si lo hace bien, llenará las necesidades de su esposa y ganará su respeto.
¿Cómo amó Cristo a la Iglesia? Sacrificialmente “se entregó a sí mismo por ella” hasta la muerte. Lo hizo con el fin de santificarla y hacerla gloriosa, sin mancha ni arruga. Luego, muestra Su amor sustentándola y cuidándola como Su Cuerpo. El esposo que no esté dispuesto a morir a sí mismo, a sus gustos, sus deseos, etc., no puede amar a su esposa correctamente. Debería buscar el bien espiritual de ella, y desearía tener una esposa santa antes de todo. Necesita aprender a hacer por su esposa todo lo que ella necesite y busque para estar bien anímica y físicamente. Aquí cabe la exhortación de amarla como a uno mismo, pues todos nos amamos a nosotros mismos si somos normales. ¡Qué ejemplo para los maridos! ¡Qué tarea! Por eso subrayamos la necesidad de tener una vida espiritual vigorosa, llena del Espíritu Santo. Cuando hay fracasos en las relaciones, debemos reconocer que estamos andando en la carne; no estamos andando en el Espíritu. Nadie puede sostener las relaciones que Dios manda si no anda en Su poder y conf ía en Sus promesas (Fil. 2:13; 4:13).
Colosenses 3:19 repite esa exhortación con una interesante adición: “y no seáis ásperos con ellas”. Las palabrotas y el humor irónico hieren la sensibilidad emocional de la mujer mucho más de lo que el hombre quiere creer. Los golpes lastiman el cuerpo pero la aspereza lastima el alma. La comunicación no verbal – el tono de voz, los gestos, las miradas que matan – también es áspera para la mujer. Las críticas, especialmente frente a otros, el menosprecio de su persona y la agresividad sexual son asperezas que dañan la relación del marido con su esposa. ¡Qué sabio es Dios al prohibir esta clase de comunicaci ón en el hombre!
No nos debe sorprender que el otro pasaje clave, 1 Pedro 3:7, lleve el mismo mensaje, enseñando a los maridos a vivir sabiamente con sus esposas, dándoles honor como a vasos más frágiles y como a coherederas de la gracia de la vida.
¿Cuál es esta sabiduría? No es la de este mundo que se adquiere en clases de educación sexual basada en una posición netamente biológica o psicológica. Es la sabiduría espiritual. La de este mundo produce celos, amarguras, contenciones. La que desciende de Dios es pura, pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos (Santiago 3:13-17). ¿Cómo se obtiene esta sabiduría? Santiago 1:5 dice que si se la pedimos de Dios con fe, sin dudar, nos la dará. El amor sabio viene de la oración de fe de uno que sabe que no la tiene en sí mismo. ¿Es tu amor sabio? ¿Es tierno, sensible, compasivo, comprensible y espiritual? Ese es el amor que tu esposa necesita. Ningún otro será suficiente.
Cada esposo debe estudiar bien a su mujer para determinar cuáles son las cosas que quiebran su frágil vaso y derraman sus mejores intenciones de ser una esposa sumisa y servir a su esposo y a Cristo correctamente. Luego, él debería cambiar su conducta a lo que la estimula y ayuda a ser la mujer que quiere ser. Esto es sabio. El título de un libro reza: ¡Marido, Hazte un Favor, Ama a Tu Mujer! Si sólo por la razón de que vas a recibir el beneficio, vale la pena amar a tu esposa como ella necesita ser amada, tiernamente. Pero hay otra razón más importante. Así te ama Dios y así te manda amarla. De no hacerlo, tú vas a perder ahora en tu matrimonio, y un día ante Cristo, habrá ciertos arreglos muy serios de cuentas pendientes que tendrás que hacer.
¿Por qué es que tan pocos hombres cumplen con el patrón divino en su matrimonio? No es fácil cambiar viejos modelos y ejemplos de familia y cultura por nuevos patrones cristianos. La influencia del mundo sobre los hombres es muy fuerte, imponiendo una imagen machista que es todo lo contrario al amor que Dios manda. La carne es débil y busca excusarse con un “Así soy. Asi me tienes que aceptar.”
El diablo trata de destruir el matrimonio cristiano, pues es la demostración más hermosa del amor de Dios en este mundo. Para lograr la victoria como esposo, tendrás que vencer tres obstáculos: la corriente de este mundo, la debilidad de tu carne, y las artimañas de Satanás (su nombre quiere decir “el que se opone”). ¿Cómo puedes vencer? Por la cruz, mi hermano. La cruz de Cristo aplicada por fe a tu vida en cada tentación y situación difícil te librará del mundo (Gál. 6:14), de la carne (Gál. 5:24) y del diablo (Rom. 6:11-13). Sólo por la fuerza de la cruz romperás las viejas costumbres y pondrás nuevas. Tienes que despojarte del “viejo hombre” viciado, y vestirte del “nuevo hombre creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad” (Efesios 4:22-24; Col. 3:9,10). Y tú, mi hermano, ¿estás cumpliendo en tu matrimonio?
Algunos afirman que si su esposa cumpliera con someterse, ellos podrían amarla. Ningún mandamiento divino depende de lo que una segunda persona haga. Dios te manda amarla, se someta ella o no. La victoria en un matrimonio suele empezar cuando uno se propone a obedecer a Dios, no importa lo que haga el cónyuge. Dios no puede obrar donde nadie le cree ni le obedece. Realmente, el hombre como líder espiritual de su casa, ha de poner la pauta de la obediencia, como Josué: “Yo y mi casa serviremos a Jehová” (Josue 24:15).
¡Oh, que tuviéramos a unos discípulos de Cristo dispuestos a mostrar al mundo un nuevo patrón del Reino de Dios en nuestros días de tantos problemas matrimoniales!
Para hogares modelos,
Samuel