FUNDAMENTOS PARA LA FAMILIA CRISTIANA 26 – Samuel Clark
¡NO TE DES POR VENCIDO!
Queridos amigos casados:
Por un tiempo he estado pensado en una pregunta bastante inquietante: ¿Qué podemos hacer si, a pesar de todo nuestro deseo y planes el matrimonio, que comenzamos con tanto amor, peligra terminar con todo lo contrario, todo lo inesperado, todo lo malo no imaginado?
¿Por qué escribir de esto a amigos cristianos? Porque lo he visto en seres queridos, en amistades íntimas. Es un hecho lamentable y ha sucedido más de lo que pensé posible en la familia de Dios. Me ha causado muchísima tristeza porque amo a estas personas entrañablemente. En todo este dolor he tratado de ser amigo de ambos cónyuges y ayudarles a reconsiderar y buscar la solución divina a sus problemas. La respuesta general a esta sugerencia ha sido: Ud. no entiende. Mi caso es diferente. Mi cónyuge es insoportable. Yo quisiera pero él/ella no. Dice que ya no me ama.
No entiendo muchas cosas, especialmente este asunto que no ha sucedido en mi matrimonio. Admito que cada caso es diferente. Ningún consejero matrimonial ha tratado todos los problemas que han destruido matrimonios. No obstante, Dios puede usar a cualquiera de Sus hijos para ayudar a los que pasan por experiencias que ellos mismos no han sufrido. Los principios de un matrimonio bueno y cómo reconstruir una relación desintegrada son más fuertes que los errores y fracasos humanos.
El propósito de esta carta es doble. Quiero advertir a todos mis amigos sobre este peligro en sus matrimonios para que no se confíen sino que busquen juntos evitar las acechanzas de Satanás, el autor de cada fracaso matrimonial. También quiero ofrecer algunas sugerencias a los que sienten que su matrimonio esté en peligro. Créanme, el diablo odia el matrimonio cristiano porque es un símbolo vivo de la relación entre Jesucristo y Su Iglesia (como dice Efesios 5:22-32). No tengo mucho que decir a los que ya están decididos a romper su relación matrimonial y buscar otra mejor.
Es imprescindible reconocer que cualquier matrimonio podría terminar en una tragedia. Dadas las condiciones que suceden tan comúnmente y la actitud permisiva actual (aún entre cristianos), el divorcio es la salida fácil del matrimonio con problemas. No es el camino de Dios. Es el de los que no están dispuestos a luchar por lograr los propósitos divinos en el matrimonio. Si no creemos que algo es “posible” no vamos a reconocer y evitar aquellas cosas que fomentan la separación de las dos carnes hechas una sola en el matrimonio. Porque es posible yo voy a cuidarme mucho más.
En mi tierra hay muchas culebras tipo cascabel. Son venenosas. Mi papá me enseñó a andar con mucho cuidado y tener el ojo pelado y un sexto sentido acerca de dónde podrían estar. Me salvó en muchas ocasiones. Lo mismo quiero hacer con Uds., mis amigos casados. Hay muchas serpientes espirituales acechando al matrimonio descuidado. Una picadura puede enfermar seriamente o matar un matrimonio. ¡Cuídense! ¡Peligros hay!
Hay varias cosas que hacer cuando percibimos que nuestro matrimonio está en peligro. Quiero enfatizar que todo depende de una vida espiritual nutrida diariamente con la lectura de la Biblia y la oración, ojalá juntos como pareja. Luego les sugiero tres prácticas básicas.
Primero, traten la ira seriamente, no como una debilidad menor. El sabio Apóstol Jacobo (Santiago, “San Chago” como dirían por cariño) advierte de algo insospechado por muchos: la ira es una serpiente peligrosísima. “Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse, porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios” (Santiago 1:19,20). En el idioma griego dice “La ira humana nunca produce la justicia divina”. Sólo tenemos que echar un vistazo a personajes de la Biblia para ver cuán cierto es esta advertencia – Caín, Moisés, Saúl, David, Jonás, etc., se metieron en problemas por su ira no controlada. Efesios 4:26-28 dice: “Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo”. Pablo está citando al Salmos 4:4 que se traduce: “Temblad, y no pequéis; meditad en vuestro corazón sobre vuestro lecho, y callad”. La ira nos hace temblar con ganas de decir o hacer algo para herir al que nos ofendió. Tenemos que arreglar el problema antes de ir a la cama, ¡especialmente la misma cama con la pareja! Pidan perdón. Perdonen. Es el consejo de este viejo con 42 años de casado.
El resentimiento y el rencor por cosas dichas o hechas en ira es una herida abierta que pronto se infecta y se pondrá peor. Les recuerdo lo que decimos a Dios en el Padre Nuestro: “Perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores.” Si perdonamos, Dios nos perdonará. Si no perdonamos, Dios no nos perdonará. Así damos lugar al diablo en nuestro corazón. ¿No me crees, amigo? En vez de una serpiente, vas a tener un nido de serpientes en tu mente. Este asunto es serio, muy serio. Arregla toda ira antes de meterse en la cama, antes de juntarse en la mesa, antes de viajar juntos en el coche, antes de hacer cualquier cosa juntos. Repara la brecha en la muralla de tu matrimonio o el enemigo entrará por allí y destruirá tu paz, luego tu gozo, luego tu amor – los tres elementos básicos de la relación entre cónyuges.
La segunda sugerencia es mejorar la comunicación. Escucha a tu cónyuge. Santiago nos advierte del peligro de hablar tanto que no oímos al cónyuge. Como regla, traten de practicar esta táctica en la comunicación conyugal, especialmente cuando hay problemas. Santiago no dice que debemos sellar la boca y no decir nada, lo que es aún peor, sino de oír más de lo que hablamos. Urge oír con todas las facultades de la mente y el corazón dedicadas a entender lo que la pareja quiere decir. A veces uno dice una cosa pero lo que quiere comunicar es otra. Hay que aprender el idioma no verbal del otro: gestos nerviosos, “tics”, miradas, tono de voz más alta, etc. El poder entender el mensaje detrás de las palabras crece con los años que pasamos juntos…si somos buenos para escuchar.
La comunicación, con raras excepciones, es más difícil para el hombre que para la mujer. Un cónyuge dominará la comunicación tanto que el otro no trata de hacerse entender y se queda con algo que quisiera decir. Vale la pena notar dos cosas: el silencio no es malo si uno está pensando, y no es necesario decirlo todo de una vez. La comunicación buena debería ser una experiencia continua que crece y no sólo una repetición. Es bueno aclarar a veces “Esto es lo que he oído”. Todos queremos sentirnos escuchados, entendidos y aceptados. La buena comunicación se basa en estos tres elementos básicos de toda relación interpersonal, especialmente entre cónyuges. ¡Ojo! Se practican las dos sugerencias al mismo tiempo: no enojarnos y escuchar más de lo que hablamos.
La tercera sugerencia es sencilla pero es la verdad: el amor es la solución de todo problema humano. Por esto Cristo nos dio este mandamiento como la insignia que marca a Sus discípulos. Lo que nos marca es lo más importante, más que la ortodoxia doctrinal o cualquier otra cosa que podamos hacer. No es diferente para un matrimonio (y familia). El amor cubre muchos pecados (1 Pedro 4:8). El amor perdona, aguanta, cree en el otro, y sobre todo busca el bien de su amado, lo mejor para él/ella. Matrimonios con problemas tienen que volver a su primer amor, haciendo las cosas que hicieron en los viejos tiempos buenos. El fruto del Espíritu Santo es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe (o fidelidad), mansedumbre y templanza (dominio propio). ¿Qué matrimonio no puede resolver sus problemas con este fruto? Problemas significan la ausencia de este fruto. La carne está manifestándose. Busquen ese andar en el Espíritu y los problemas se resolverán.
Amigos, el peligro es real pero también la solución. Es Dios en nosotros y en todas nuestras acciones. A veces uno responde a Dios pero el otro no. No desmayes, he visto que Dios siempre empieza con uno, el que le busca primero. Si uno da el primer paso es muy probable que el otro buscará a Dios. Lo que Dios busca es que uno esté dispuesto a cooperar con El. Es increíble lo que El puede hacer con uno. ¡Aún más con dos! Seamos los que le busquemos siempre en nuestros problemas.
Abrazos,
Samuel