FUNDAMENTOS PARA LA FAMILIA CRISTIANA 29 – Samuel Clark
PACIENCIA Y PERSEVERANCIA
Queridos amigos casados:
¿Qué les parece esta oración del Apóstol Pablo para su matrimonio y familia?
“Fortalecidos con todo poder según la potencia de Su gloria para …”
¿Para qué? Muchos piensan que este versículo termina así: Para un ministerio espiritual abundante. O para poder hacer milagros. O para tener muchas manifestaciones del Espíritu de Dios. O para lograr grandes victorias sobre los enemigos de nuestro Dios y Su Iglesia. ¿Para qué quisieran Uds. ser fortalecidos con todo poder?
Tal vez se sorprenderán al leer en Colosenses 1:1 que Pablo termina su petición así: “Para toda paciencia y longanimidad”, o en otra versión, ”para obtener toda perseverancia y paciencia”. ¿Les extraña tanto poder sencillamente para ser pacientes y perseverantes? Por 42 años he sido esposo, padre por 40 años, y ahora abuelo por 12 años. Mi experiencia subraya el hecho que hace falta mucho poder para ser paciente. Recuerdo con vergüenza mi falta de ese poder y mis caídas en el enojo y la gritería – por la falta de paciencia y amor.
¿Por qué nos cuesta tanto ser pacientes con los que más queremos? Creo que necesitamos aclarar las dos palabras usadas aquí. Mi diccionario del griego me ha ayudado a entender que hay dos palabras que suelen ser traducidas “paciencia”. Las dos están en este versículo.
HUPOMONE – la paciencia que necesitamos cuando estamos en pruebas y que crece en las pruebas (Stgo. 1:2-4) y las tentaciones (Stgo. 1:12). El matrimonio y la vida familiar ofrecen muchas oportunidades para aprender esta clase de paciencia. Los roces de diferencias de opinión, parecer, gustos y costumbres producen o irritaciones o paciencia. Todo depende de a dónde nos dirigimos para resolver la tensión, a la carne natural o al Espíritu (Gál. 5:16-24). Esta paciencia es el fruto del Espíritu Santo. No resulta de estudiar métodos psicológicos ofrecidos en libros sobre cómo mejorar nuestro carácter. También es fruto de mucha oración.
MACROTHUMIA – ser paciente con personas básicamente. Es la paciencia que aguanta las cosas que percibimos como críticas, ofensas y ataques inmerecidos. Antiguamente se usaba la palabra longanimidad para esta clase de paciencia que no busca la venganza sino la paz. Es la paciencia que puede esperar años para recibir las promesas de Dios (Heb. 6:11,15).
Podemos ver cómo se necesita la paciencia de las dos clases para nuestras relaciones en un matrimonio, una familia, un equipo, un grupo de cristianos y la Iglesia del Señor. Necesitamos ser fortalecidos en el poder de Dios y Su Espíritu porque la naturaleza humana es normalmente muy impaciente con otros. Por esto Pablo oraba por los colosenses para que tuvieran una obra poderosa de Dios en sus vidas para obtener grandes muestras de paciencia y longanimidad.
Seamos sinceros, amigos. ¿Necesitamos el poder de Dios en esta área de nuestra vida o no? Vivimos en un mundo donde reina la impaciencia. En el tráfico en las ciudades, en nuestro lugar de trabajo, en el hogar y hasta en la iglesia hay una gran necesidad de poder para ser pacientes. La naturaleza carnal no es paciente. Grita. Tira palabras. Avienta cosas. Explota.
Déjenme compartir un gran secreto que les va a ayudar: dios es paciente. Muchas veces la Biblia nos habla de la paciencia y longanimidad de Dios hacia nosotros. Otra cosa importante: ese Dios paciente está en Su Trono controlando todo lo que sucede. Nuestra parte es creer esto y confiar en El, especialmente en Sus promesas. Una falta de paciencia es una falta de fe. No estamos creyendo en El o en Sus promesas si mostramos impaciencia hacia otros o en situaciones estresantes y difíciles.
Vamos a pensar en unos casos comunes en el hogar. El cónyuge o un hijo no cumple con su parte en la buena función de la casa…por enésima vez. Inmediatamente, con la velocidad de la luz, vienen pensamientos como:
El/ella nunca va a aprender a cooperar aquí.
He tenido mucha paciencia hasta ahora pero ya no aguanto más.
¿Cuándo va a hacer lo que prometió que iba a hacer?
Lo que normalmente sucede en casos así es que estallamos con palabras para “castigar” al culpable de nuestro fastidio. Pero ¿qué haría Cristo en este caso? ¿Cómo me ha tratado el Dios de Paciencia a mí en mis muchas faltas? Necesitamos poder divino para pensar rápidamente como cristianos pacientes, fortalecidos con el poder de Dios para ser pacientes.
Esto no quiere decir que no podemos hablar con la persona y exhortarle a cumplir con sus obligaciones. Ser paciente no es permitir el mal. Pero el que quiere corregir a otros tiene que hacerlo como Cristo lo hacía, con amor y ternura, buscando el bien de la persona que ofendió, pero con la sabiduría celestial descrita en Santiago 3:17:
“Mas la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía.”
En otras palabras, la paciencia es como la Regla de Oro: debemos tratar a otros como nosotros queremos ser tratados. ¿A quién le gusta ser tratado con impaciencia? Todos queremos ser tratados pacientemente y con longanimidad, así que debemos buscar el poder de Dios para ser pacientes con otros.
Otro caso típico. Alguien en la familia lucha con una debilidad espiritual y aunque quisiera cambiar, su conducta sigue cayendo en la misma falta una y otra vez. Pensamos:
El/ella nunca va a cambiar.
Esta debilidad es insoportable.
Yo no creo que esta persona pueda lograr una vida normal. Debo echarlo de la casa.
Estos pensamientos fácilmente se convierten en actitudes de crítica, palabras de juicio y acciones de venganza. Deben ser deshechos inmediatamente y repuestos con pensamientos de fe y amor.
Amigos, necesitamos mucho poder de Dios para llevar la vida carnal a la Cruz con Cristo. Sólo así morimos al pecado y podemos vivir para Dios como siervos de justicia, paz, gozo, paciencia, amor y fe en este mundo y en nuestras relaciones personales con otros. Así podemos servir a otros de la misma gracia que estamos recibiendo. De nada nos sirve tener poder para otras cosas, aún un ministerio cristiano, si no estamos viviendo, en nuestros hogares, vidas fortalecidas con todo poder conforme a la potencia de Su gloria para toda paciencia y longanimidad. No seamos como el famoso dicho “Candil de la calle y oscuridad de la casa”. Lo que el mundo necesita es millones de hogares realmente cristianos que practican, por el poder de Dios, la paciencia unos con otros y con los demás.
Oremos todos por esa realidad, empezando en nuestras familias y multiplicándose en muchas familias nuevas. Somos débiles en la carne pero poderosos en el Espíritu Santo para vivir como El quiere. “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Fil. 4:13).
Abrazos,
Samuel