FUNDAMENTOS PARA LA FAMILIA CRISTIANA 30 – Samuel Clark
EL EJEMPLO DE NUESTRO COMPORTAMIENTO
Queridos amigos casados:
Se ha dicho que enseñamos a nuestros hijos más por nuestro ejemplo que por nuestras cátedras sobre cómo deben de portarse. Es muy observable que el comportamiento de los hijos refleja lo que han aprendido en el hogar. Ah í es donde ven los patrones de conducta.
Claro está que aprenden también en la escuela, en los hogares de amigos y familiares y en los programas de TV. Por esto debemos poner en nuestros hogares algunas reglas y normas y así filtrar lo que está entrando por otras fuentes de la cultura mundana si no quieren que sus familias sean como “los Simpson”.
Sin embargo, debemos estar aún más preocupados por el ejemplo que estamos dando a nuestros hijos con nuestra conducta como padres de familia. Esta influencia es mucho más importante y fuerte que cualquier otra. Siempre doy gracias a Dios que nuestros padres nos dieron a mí y a mi esposa un ejemplo positivo en un área clave de las relaciones matrimoniales: la armonía conyugal. Nunca, y hablo en serio, nunca oímos una discusión acolorada, una bronca emocional, una pelea verbal (mucho menos físico). No digo que ellos no tuvieron sus discordias pero no las manifestaron ante nosotros. ¡Qué herencia espiritual más grande fue este hecho para nosotros y para nuestros hijos! ¡Qué seguridad y paz emocional nos proporcionó a nosotros! Lejos de ser perfectos, vimos ciertas debilidades. Cometieron errores como todos, pero ese modelo de paz, armonía y unidad fue una de sus mayores contribuciones a nuestras vidas, matrimonio y a familia. Los problemas se arreglaron en amor y con humildad.
Si Uds. quieren tener hijos con seguridad emocional y paz interna, tienen que crear un ambiente que demuestra estas características en la vida diaria del hogar. Yo sé que esto es muy difícil para los que fueron criados en un ambiente totalmente opuesto. Creo que se requiere mucha voluntad, mucha humildad y muchísimo dominio propio para empezar a experimentar esa clase de vida familiar. Se necesita una determinación fuerte para vivir como Pablo nos escribe en Colosenses 3:15-17. Lean este pasaje con el deseo de encontrar la dinámica de la transformaci ón:
Matar, hacer morir, crucificar todo lo que es “terrenal”, o sea, las costumbres de la cultura y las ideas egoístas – ira, mentiras, palabras malas, etc.
Despojarnos del viejo hombre, o sea, como aprendí a vivir o reaccionar para conseguir lo que quería de otros.
Vestirme del nuevo hombre creado a la imagen de Otro Modelo de santidad y justicia, y llevar a la práctica este nuevo estilo de vida – misericordia, benignidad, humildad, mansedumbre, paciencia, perdón, amor y paz. Es fruto del Espíritu en acción (Gál. 5:22,23).
Dar a la Palabra de Cristo un lugar de preeminencia y soberanía en mi vida, en el matrimonio, en la familia, en el trabajo, que en todas partes viva yo para Su gloria, confesando mi fe en Su gran Nombre.
Cuando recuerdo que mi mejor sermón es mi vida y que mis peores momentos tienen una fuerte influencia en mi familia, entonces entiendo porqué es tan vital aprender a permanecer en Cristo y El en mí en cada momento. El vivir bien “a ratos” y vivir mal en otros ratos sólo causa confusión en el corazón de mis hijos. Desgraciadamente, van a seguir los dos ejemplos, el bueno y el malo. Yo aprendí de las cosas buenas de mis padres, también aprendí de sus debilidades. Todo eso lo traje a mi propio matrimonio y familia. Sólo la Cruz del Señor y Su buen Espíritu me ha capacitado para formar con mi esposa otra experiencia mejor.
Cuando empecé a entender que fui crucificado con Cristo al pecado para resucitar a una nueva vida, mi experiencia empezó a cambiar y pude unirme a mi esposa para crear otro ambiente más propicio para enseñar a nuestros hijos la vida cristiana.
Me parece que ésta es la razón porque muchos hijos de cristianos fracasan en sus matrimonios. Construyeron sus matrimonios sobre un fundamento inestable. Vieron sólo una manifestación externa del cristianismo en la vida de otros y no vieron la realidad de la vida en Cristo en el seno del hogar. Este tipo de bipolarismo espiritual no enseña a los hijos a tener familias fuertes. Tampoco es una buena manifestación al mundo incrédulo que siempre nos está observando para ver nuestras inconsistencias.
De hecho, la única manera en que nosotros podemos influir sobre los que están en nuestro alrededor es si ellos ven a Dios en nosotros. Es terrible oír de algunos nuevos cristianos que vivieron cerca de otros cristianos sin saber que eran creyentes en el Señor. ¿Pueden sus amigos ver a Dios en sus vidas?
Demostramos la realidad del Evangelio en muchas maneras. Algunos creen que es por sus palabras, y son fieles testigos de Jesús. Otros creen que es por sus buenas obras y se involucran en todo lo que ayuda a otros. Si examinamos la vida de Jesús, los Apóstoles y los primeros cristianos vemos las dos formas al mismo tiempo. Nunca debemos perder una oportunidad para testificar de Cristo, pero tampoco debemos dejar de hacer algún bien a otro. Así el amor de Dios se ve, se siente, se experimenta en todo lo que decimos y hacemos en Su Nombre.
Tengamos por seguro que si no estamos viviendo así en nuestros hogares ante los que nos conocen mejor que cualquier otro, es seguro que no vamos a vivir así en el mundo donde hay contacto con toda clase de persona, a menos que estamos viviendo según el proverbio popular: “Candil de la calle pero oscuridad en la casa.” Esto es lo que Jesús llamó “hipocresía”, un grave pecado para Dios. No creo que ningún cristiano planea su vida como hipócrita. Al contrario, sucede porque no se propone vivir su fe en todo lugar con integridad y valor. Por falta de esta clase de entrega por decisión cae en la hipocresía. Y los de la casa la notan primero.
Entiéndanme bien. No estoy diciendo que no debemos enseñar a nuestros hijos la Palabra de Dios. Somos sus maestros primarios. No debemos pasar esta responsabilidad a las escuelas religiosas, iglesias, club de niños, libros, etc. (Deut. 6:7-9). Pero enfatizo que sin el ejemplo, nuestras enseñanzas serán en vano. Las dos responsabilidades van juntas en el entrenamiento de los hijos.
Amigos, decidamos vivir con integridad nuestra fe, sin separar la vida “espiritual” de las demás áreas de actividades. Así nuestros hijos aprenderán un cristianismo auténtico y poderoso.
Abrazos,
Samuel