FUNDAMENTOS PARA LA FAMILIA CRISTIANA 36 – Samuel Clark
EL EGOÍSMO
Queridos amigos casados:
Hemos visto en el pasado el hecho de que lo opuesto del amor bíblico, el AGAPE, no es el odio sino el egoísmo. La definición misma del amor AGAPE es «buscar el bien del otro», primero y siempre. Se demuestra en sumisión de mi voluntad y servicio dondequiera que sea necesitado. En cambio el egoísmo es «Yo primero, segundo y tercero».
Me atrevo a decir que la gran mayoría de los problemas en el hogar se deben a la falta de amor AGAPE y la abundancia del egoísmo. Piensen un momento. ¿Cuál fue la causa del último problema en tu hogar? «No me gustaba…» Tenemos mil maneras de disfrazar nuetro egoísmo para que el otro sea el culpable. En el fondo, el egoísmo está escondido detrás de todas las fricciones. «No me parece…» decimos, como si esto explicara todo a nuestro favor.
¿Saben qué? Al Señor no le engañamos ni por un momentico. El tuvo que asumir mi culpa de tanto egoísmo y llevarla a la cruz. El reconoce inmediatamente como pecado lo que sufrió por mi culpa.
¿Quieren saber otra cosa? Nada de estos problemas de egoísmo importa tanto como el poner en peligro nuestro matrimonio. ¡Nada! Lo que empieza una grieta en la unión que El ha hecho en el matrimonio es más importante que «¿quién tenía razón?»
El egoísmo nunca piensa en la otra persona, sólo en cómo me afecta a mí. Lo que hace o no hace el cónyuge no es tan importante como cómo me está afectando.
Muy pocos creen esto. La gran mayoría todavía piensa que el propósito de casarme es que mi cónyuge me haga feliz. Cuando no lo hace, nos enojamos y estamos desencantados con nuestro «cónyuge egoísta», no viendo que es mi egoísmo lo que es el gran problema.
Amigos, Jesús nos dio un sólo remedio para los problemas del egoísmo: la cruz que le crucificó a El también nos tiene que crucificar al YO egoísta.
«Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí» (Gál. 2:20).
¿Cuál es la frase más importante de este versículo?
Piensa un momentito y anótalo aquí o en una hoja aparte:
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Amigo, esta fue la palabra de Dios para tu alma. No la olvides. Practícala y te va a dar vida en vez de muerte, espíritu en vez de carne, victoria en vez de derrota. Cristo quiere decirte esta frase una y otra vez hasta que la creas y la experimentes.
Con Cristo (en aquella cruz) estoy (en este momento) crucificado (muerto a mi egoísmo). Es verdad en cada y cualquier momento.
Ya no vivo yo (mi ego) mas vive Cristo en mí (en mi cuerpo, cubierta de mi piel y carne). El quiere vivir en mí como El vivía, sólo ahora en este Siglo XXI con todos sus problemas, como en Su Reino Celestial.
Lo que ahora vivo en la carne (como un humano en un mundo hostil a Cristo y una carne débil y rebelde) lo vivo en la fe del Hijo de Dios (porque mi fe no es suficiente; sólo la de Cristo me basta) El cual me amó (personalmente, por mi nombre viejo y por el nuevo nombre que me ha dado), y se entregó a sí mismo por mí (El tomó mi lugar en la cruz como si yo fuese el único pecador en el mundo).
Es por todo esto que debemos abrazar Su cruz y llevarla cada día, en el hogar, en el trabajo, en la escuela, en el grupo de cristianos donde asistimos, en todo lugar.
«Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame» (Lucas 9:23).
«El que no carga su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo» (Lucas 14:27)
Especialmente en el hogar. Allí es donde nos atrevemos a actuar como no actuaríamos nunca en público, bueno, en una comunidad cristiana cuando menos.
Qué rápido podemos cambiar la marcha de nuestra alma cuando llegamos al coche con la familia o entramos en la casa. Así tratamos de vivir en dos mundos. Esto es hipocresía, vista claramente por nuestra familia. Y lo peor es que es contagiosa y la familia entera puede ser contaminada por el virus de la hipocresía egoísta.
Ahora, amigos, hablemos claro: esto no es fácil. Nadie ha dicho que la cruz es un deleite y facilito. Es muy difícil. Pero repito, es el único remedio para el egoísmo, pues, es lo único que libera al Espíritu Santo para producir en nosotros Su fruto: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza (Gál. 5:22,23). Checa el pasaje de Gál. 5:16-23 y verás que sí es cierto. O estamos viviendo egoístamente en la carne o espiritualmente en el Espíritu Santo por la cruz.
«Pues los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y deseos» (Gál. 5:24).
Romanos 6 – 8, Gál. 5:16-25; Efesios 4:20-32; Colosenses 3:1-10, todos hablan de la misma cruz que nos liberta del egoísmo carnal. Con razón Jesús dijo que el que quiere salvar su vida (vida PSUCHE del alma, en griego) la perderá pero el que esté dispuesto a perderla, la salvará (Juan 12:25).
Este es el mensaje que el hogar cristiano necesita oír y practicar hoy día.
Desgraciadamente estamos más interesados en otras cosas y estamos perdiendo el único poder que puede salvarnos de la filosofía del mundo que busca primero la felicidad y la autosatisfacción, y no la voluntad de Dios. ¡Que Dios nos salve del egoísmo!
Abrazos,
Samuel