FUNDAMENTOS PARA LA FAMILIA CRISTIANA 52 – Samuel Clark
LA FAMILIA: BASE DE LA COMMUNIDAD
Queridos amigos:
A veces perdemos de vista lo obvio y nos fijamos en detalles – hermosos, interesantes, importantes pero no esenciales o fundamentales. El propósito de estas cartas es tratar de mantener ante nuestros ojos espirituales aquellas cosas que son imprescindibles. Su observancia hará que sea cumplida la voluntad de Dios aquí en la tierra como allá en el cielo donde Cristo reina en Su Trono, rodeado de Sus siervos que continuamente hacen Su voluntad.
Obviamente no hay ningún lugar en la tierra donde esta escena se realiza visiblemente. Si hubiera tal lugar, estaríamos tratando de entrar allí sin cesar. Algunos tratan de enseñarnos que si seguimos sus sistemas, va a ser así (o “casi así”) porque ellos afirman que han encontrado esa realidad que los demás no pueden ver. No se extrañen si vienen a sus puertas y tratan de convencerles de que si van con ellos y aprenden sus técnicas, también pueden experimentar “el cielo en la tierra”.
Si examinamos la Biblia cuidadosamente, encontramos que la realidad del conocimiento de la comunión con Dios se experimenta primeramente en lo personal. Sucede cuando un individuo cree en Dios y le busca primeramente en su propio corazón, como dice Hebreos 11:6:
“Y sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que El existe, y que es remunerador de los que le buscan. ”
Este encuentro personal con Dios es la realidad básica del cristianismo porque hemos descubierto que el Camino a Dios es la Persona de Jesucristo: Nadie viene a Dios si no es por El (Juan 14:6). Fíjense que no es la religión cristiana que es el Camino, no es la Iglesia que es el Camino, no es un grupo o una enseñanza. Es Jesucristo, el Hijo de Dios que vino al mundo a salvarnos de nuestro pecado por Su muerte en la cruz. El Señor resucitado es nuestro Salvador, no un sistema teológico.
Ahora, miren cómo se aplica esta verdad a la familia cristiana. La familia no puede salvar a sus miembros. Cada miembro tiene que nacer de nuevo, individualmente, por la fe personal en Jesucristo. A veces la gente tiene la idea que si los padres son cristianos, automáticamente los hijos son salvos. Tal idea se basa en ideas humanas, ritos, prácticas y sistemas teológicos que tratan de dar a los padres una seguridad acerca del estado eterno del alma de sus hijos. Carecen totalmente de base bíblica. Pablo sólo decía que los miembros de una familia, donde aun uno de los padres es cristiano verdadero, son “santificados”. Sus hijos son apartados, bendecidos y ayudados por el hecho de tener la oportunidad de oír el Evangelio y verlo practicado. Algún día al creerlo, experimentarán la salvación por la fe y no por obras muertas de la religión (1 Cor. 7:14).
No quiero decirles que no deben hacer todo lo que puedan para ayudar a sus hijos a llegar a esa fe personal a su tiempo. Sí, quiero exhortarles a no confiar en ningún acto religioso para la salvación de sus hijos. Juan 1:12,13 dice:
“Pero a todos los que le recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios, es decir, a los que creen en su nombre, que no nacieron de sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino de Dios.”
Es muy claro que para recibir el poder de llegar a ser un hijo de Dios, uno tiene que recibir a Jesús por la fe personal, no por la fe de sus padres ni de otros involucrados en su vida. Tal vez este es uno de los problemas mayores de la gente relacionada con la religión cristiana: no se dan cuenta de que tienen que aceptar a Jesús como el Hijo de Dios y su Salvador personal para nacer de nuevo en la familia de Dios. Muchísimos creen en el cristianismo pero no en el Señor Jesucristo personalmente. Por esto no le siguen, pues no le conocen.
“Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen.” Juan 10:27
La familia cristiana es el ambiente más propicio para enseñar a los hijos que la fe personal es necesaria para poder creer que uno es salvo en Cristo. Es en la familia donde se ve lo que uno cree realmente. Debe haber unas costumbres firmes para que todos puedan llegar a creer personalmente. Permítanme compartir algunas costumbres prácticas: La lectura de las Escrituras, especialmente los Evangelios que narran la vida de Jesucristo: Sus obras, Sus enseñanzas, Sus sufrimientos y Su victoria sobre la muerte. Oraciones regulares para dar gracias a Dios, pedir Su ayuda en toda la vida con sus problemas, y para expresar nuestra fe y devoción al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Tiempos de testimonio cuando los que han conocido al Señor pueden contar a los otros cómo esto sucedió o cómo Dios les ha ayudado en su vida diaria.
La lectura de buenos libros cristianos con enseñanzas apropiadas para la edad de los niños y jóvenes. Hay buenos vídeos con historias amenas que enseñan grandes verdades útiles y buenas para toda la familia. Debe haber una discusión familiar también para explicar cosas difíciles y contestar preguntas.
Invitar a cristianos maduros a compartir con la familia alrededor de la mesa o en eventos especiales sus experiencias con el Señor.
Estas actividades y otras se practican mejor en el seno de la familia donde hay lazos de amor y conocimiento personal. Es cierto que las iglesias tienen gente especializada en la educación cristiana y materiales buenos, pero no confiemos en otros la tarea que Dios dio a los padres. Recuerden que la educación familiar se practicaba antes de que había un pueblo judío (por Noé, Abraham, etc.), antes de que había un templo y religión (Job, Moisés, José, etc.), antes de que había una iglesia cristiana (José y María con Jesus). El hogar siempre ha sido el mejor lugar para llevar a los niños a conocer personalmente a Cristo. Requiere de un compromiso de los padres para con Dios y para con sus hijos para que podamos decir como Josué: “…pero yo y mi casa, serviremos al Señor”.
Cuando ha fallado la familia como productora de discípulos de Cristo, la Iglesia ha sido debilitada, la nación entera se echa a perder y el mundo se hace más fuerte, más oscuro y más lejos de Dios. Si queremos impactar a nuestra generación para Cristo, debemos enfatizar las cosas elementales y empezar donde Dios quiere que comencemos Su obra: en la familia.
Abrazos,
Samuel