FUNDAMENTOS PARA LA FAMILIA CRISTIANA 63 – Samuel Clark
¿EL PLAN DIVINO?
Queridos amigos:
Algunas personas parecen más jugadores de póker que creyentes en el Dios Todopoderoso que tiene un plan maravilloso para nuestras vidas. El jugador de póker cree en la suerte. Sabe que tiene que jugar la mano que recibe y que “cada mano es ganadora…y cada mano es perdedora”, dependiendo de cómo la juegue. El jugador de póker cree que llegará su suerte en cualquier momento. Por esto la mayoría de los aficionados al póker pierden mucho más de lo que ganan pero no pueden dejar el juego porque su suerte tiene que cambiar algún día.
Las personas que creen en la suerte tienen mucha esperanza pero esa esperanza es basada en una supuesta Ley de la Suerte que dice que algún día ella va a llamar a su puerta. Mi observación en cuanto a esta posibilidad es que muy pocos resultan ser ganadores. El mundo está lleno de perdedores que todavía están esperando que cambie su suerte.
¿Sabías que en la Biblia había un falso Dios de la Fortuna? El profeta Isaías habló contra la práctica de los israelitas de olvidarse de Dios. Ellos prepararon una mesa para “La Fortuna” (un ídolo babilónico llamado GAD) y mezclaron vino para El Destino (una diosa llamada Meni). ¿El resultado? Dios dijo: “Yo os destinaré a la espada…la matanza” (Is. 65:11,12). El único resultado de la idolatría es la ruina. Los que creen en la suerte terminan en desastre económico, moral y espiritual.
¿Dónde está puesta tu confianza para tener un buen matrimonio y una familia que glorifica a Dios? ¿Por qué oigo tantas veces frases como estas: “Me salió mal (o mala)”, “Me tocó un menso (mensa)” , “No tuve suerte”, etc. La verdad es que no creen en un Dios que dirige nuestros pasos y decisiones cuando le buscamos sinceramente. Malas decisiones producen malos resultados, a menos que volvemos a poner a Dios en el primer lugar de nuestro matrimonio y familia y buscamos sólo a El para ser nuestro Guía, Ayudador y Defensor. ¿Te parece irreal?
Los nombres y ministerios del Espíritu Santo de Dios muestran que es exactamente lo que Dios quiere hacer. La última noche que pasó con Sus discípulos el Señor prometió enviarles “el Consolador” (Juan 14:26; 15:26; 16:7). La palabra PARACLETOS es la que aparece en estos versículos y quiere decir “uno que viene al lado para ayudar”. A veces es traducido “Consejero”, “Abogado”, “Ayudador”. Podríamos pensar en otros nombres igualmente apropiados: Maestro, Doctor, Guardaespaldas. El concepto que quiero mostrar con estos nombres es que no tenemos un Dios de Suerte sino un Amigo, Compañero y Pastor que nos guía y acompaña siempre. Si es así, ¿por qué necesito “buena suerte”? Los cristianos se despiden con “Dios te bendiga”, no “Que te vaya bien” ni “Que tengas suerte”. Nuestro Dios es nuestro Protector, nuestro Capitán, nuestro Señor y no necesitamos llevar una pata de conejo ni cualquier otra fetiche de suerte si andamos en comunión con El “en Su luz”, como dice 1 Juan 1:5,6.
Para el matrimonio bendecido y la familia cristiana no debe haber ningún otro que tome el lugar del Dios y Padre nuestro quien sólo se compromete a darnos todo lo que necesitamos, hasta “el pan nuestro de cada día”. Pero tenemos que pedirlo. ¿Por qué? Porque esto nos mantiene en comunión con El, dependientes de El y sometidos a El en todo. Esta relación vertical con el Dios Único y Verdadero es lo que hace posible las relaciones horizontales, unos con otros. Los que andan en comunión con Dios pueden andar en comunión unos con otros (1 Juan 1:7).
¿No será por esto que tenemos tantos problemas con otros? No sólo con el cónyuge o los otros miembros de la familia inmediata sino con todos los demás es la clave. Si tienes mala relación con alguien en la vida no es por “mala suerte”. Es porque el Espíritu Santo está siendo “apagado” (1 Tesalonicenses 5:19) o “entristecido” (Efesios 4:30). Cristo no puede expresarse a través de la vida de nadie que no esté sometido a Dios y Su liderazgo en cada paso que toma.
En vez de pensar, “¿Por qué me toca tratar a este necio?” deberíamos pensar como uno que es el Templo del Espíritu y que tiene el privilegio de dejar que Cristo mismo viva Su vida en todo y cualquier situación para tocar las vidas de otros para Su gloria. Pero una reacción negativa contra una persona – cónyuge, hijo, hermana, amigo, vecino, compañero – sólo revela que no creemos en el Dios Todopoderoso, sino en “la suerte”. Hasta pensamos, “¡Qué mala suerte tener que tratar con éste en este momento tan imposible.”
Tener a Dios mismo como nuestro Ayudador y Compañero significa que cada paso de nuestra vida es parte de un plan maestro donde Dios nos está poniendo en cada situación para enseñarnos y perfeccionarnos paso a paso a la imagen de Jesucristo, el Amado Hijo en quien el Padre siempre está contento.
Esto no es un juego de póker, amigos. La vida es el escenario donde Dios quiere obrar en nosotros vidas agradables a El, y a los demás, mediante Jesucristo (Hebreos 13:21). Si no es así, es porque estamos fallando en nuestra parte de permanecer en El y dejar que El permanezca en nosotros, como el pámpano en la vid (Juan 15:1-5). Esta es la vida fructífera. Nada tiene que ver con “la suerte” sino con la intencionalidad de agradar a nuestro Dios.
Tantos fracasos se deben a esta terrible mentalidad de “la suerte”. Nunca aprenderemos a buscar a Dios para la victoria y el fruto si estamos esperando el golpe de la suerte. Por esto es tan fácil para muchos casados pensar en cambiar de pareja si la relación no les satisface. “Tal vez me toque mejor suerte.” Pues, sólo tienen esa esperanza falsa porque Dios no nos da esa opción, amigos. La voluntad de Dios siempre es hacer de cualquier situación una demostración de lo que El puede hacer con nosotros.
Lo mismo con los hijos, pues, no podemos cambiarlos por otros mejores. Tenemos que dejar a Dios trabajar en nuestras vidas como sólo El puede para enderezar lo torcido y levantar al caído para que sea claro que es Dios, y no nosotros ni la suerte.
¿No les parece mucho mejor ser creyentes en este Dios que el diosito de la Fortuna? Cari y yo vamos a cumplir 45 años de casados este año y todo se lo debemos a este fiel Dios Poderoso. Sólo con El vamos a terminar bien. No hay nada imposible para nuestro Dios. “No nos cansemos, pues, de hacer el bien porque a Su tiempo segaremos si no desmayamos” (Gál. 6:9).
Abrazos,
Samuel