FUNDAMENTOS PARA LA FAMILIA CRISTIANA 71 – Samuel Clark
LA ESPERANZA VERÍDICA
Queridos amigos:
El conocido consejero, conferencista y autor, Michael Wells, es el director de un ministerio llamado Abiding Life Ministries (la vida de permanencia en Cristo es la idea implícita en el nombre). Su texto clave es Colosenses 1:27b: “Cristo en vosotros, la esperanza de gloria.” No “una esperanza”. El es la única esperanza. No hay muchas, ni hay dos, hay una sola esperanza de alcanzar “la gloria”. ¿La tienes, amigo?
De vez en cuando me gusta hacer esta pregunta a mis amigos por una razón. Algunos, que yo pensaba había tenido esta esperanza por años, me han sorprendido al llegar a cierto momento cuando quitan el disfraz y demuestran su verdadero estado: sin Cristo, sin esperanza. ¿Lo habían sabido todo ese tiempo? ¿Estaban tratando de llegar a ser mejores y así alcanzar la gracia? “Salieron de nosotros, pero en realidad no eran de nosotros, porque si hubieran sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron, a fin de que se manifestara que no todos son de nosotros” (1 Juan 2:29). Cuánto nos duele ver esto y pensar en todo ese tiempo que estaban con nosotros sin ser de nosotros. Escribo para que si éste sea el caso de alguno que lee estas líneas, que se dé cuenta de que sólo Cristo en nosotros es la salvación verdadera. Hoy puedes tenerle si lo dejas entrar en tu vida como tu único Señor y Salvador (Apocalipsis 3:20).
Puede ser que nunca entendiste que es “sólo Cristo”. O puede ser que tú no has querido aceptar esta verdad principal del Evangelio. La exclusividad de Cristo es un obstáculo y tropiezo para algunos. No quieren creer que Jesús tenía razón en decir “Yo soy el (único) Camino la (única) Verdad, y la (única) vida; nadie (ninguno) viene al Padre sino es por Mí” (Juan 14:6 amplificado). Por esto me urge a veces aclarar esto para todos mis amigos. Cristo en nosotros es la (única) esperanza de gloria, de salvación, del Cielo.
Uso este versículo para dar esperanza a los que leen estas cartas sobre el hogar cristiano y se sienten débiles e incapaces de lograr la alta norma de la Biblia, y están casi desanimados o decepcionados en su camino matrimonial. Yo sé que hay algunos así. Sí, tienen el deseo de tener un hogar cristiano, un matrimonio bueno, una familia feliz en este mundo de tantos fracasos matrimoniales. Cristo en nosotros ES (verdaderamente, ahora y siempre) la esperanza de gloria (aquí en este mundo y para siempre).
Ante tantos malos ejemplos alrededor a veces cuesta creer que sí hay esperanza en esta vida. Quiero recordarles que también hay ejemplos buenos de este tipo de familia y matrimonio.
El esposo de una persona muy querida había ido a aconsejar a una pareja al borde del divorcio. Unos días después ellos estaban leyendo la Biblia juntos y queriendo ayuda espiritual. Hace unos años yo nunca hubiera esperado oír esto de este amigo. Su propio matrimonio peligraba. Pero después de dejar a Cristo entrar en su vida, todo cambió. Ahora tiene un matrimonio fuerte y de mucha bendición a otros. El puede ayudar a otros porque tiene a Cristo en su corazón.
Hubo una vez un joven muy bueno pero era un alcohólico. Vivía de una tanda a otra por años. Se arruinaba su salud, su matrimonio, su familia, su trabajo. Había escuchado el Evangelio pero lo rechazaba; no quería cambiar su vida para una vida diferente. Pero una noche su tío le habló del Evangelio. Aunque tenía 40 días de borrachera aceptó a Cristo y se arrepintió de su pecado. Su esposa se decía, “Para mi esposo no va servir, es demasiado sencillo”. Ella había tratado de cambiarlo con brujerías y pociones mágicas pero nada podía cambiarlo. Se fueron a su casa y él se durmió como un angelito. Ella no durmíó nada, pensando que él se levantaría en cualquier momento para seguir tomando. Por fin a las 4:00 de la madrugada ella no aguantó más. Lo despertó y le preguntó si se acordaba de lo que había hecho. El contestó, “Claro que sí, acepté a Cristo. Duérmete ya.” Al día siguiente él recordaba su decisión y hasta leía la biblia un rato. Pero ese primer día la lucha fue tremenda. Cada vez que tenía necesidad de licor, oraba y Dios le quitaba el temblor y le daba una paz grande. Esa noche su vida fue cambiada por una sencilla razón: tenía a Cristo en su corazón y ahora tenía esperanza. Entonces yo le conocí y empecé a discipularlo a él y a su esposa. Era un hombre sin miedo cuando se trataba de dar testimonio de su fe en Cristo. Sus viejos amigos y familiares conocieron a Cristo por su testimonio y el cambiazo de su vida.
Su afán por hablar del Evangelio fue usado por Satanás para hacerle caer en el pecado. Comenzó a ayudar a una compañera de trabajo cuyo esposo era alcohólico e infiel. Mi amigo cayó en ese mismo pecado con aquella mujer y comenzó a tomar. Cuando salió la verdad le dije que tenía que tomar una decisión: o seguir con Cristo, o seguir con la vida de pecado. Preguntó si tenía que tomar la decisión en ese mismo momento. Le di 24 horas. Después me dijo que en ese mismo momento habría escogido la vida del pecado, pero al pensar en lo que significaba estar sin Cristo, sin esperanza, decidió por Cristo. Dejó a esa mujer, pidió perdón a Dios y a su esposa, y caminó con Cristo hasta el fin de su vida.
Ese hombre llegó a amar a Cristo profundamente y guiar a centenares de personas a Su conocimiento. Pero lo que pasó con su esposa muestra la esperanza que yo quiero contarles. Ella también conoció a Cristo como su Salvador. Perdonó completamente a su esposo y no recordó los años malos. Llegó a ayudar a muchas mujeres con semejantes problemas. El fue el líder de muchos pero ella fue “la mamá” de todos.
Unos años después de su caída, esa mujer le envió un mensaje pidiéndole que le hablara de Cristo otra vez. Se estaba muriendo de cáncer y quería saber si todavía había esperanza para ella. Mi amigo fue con su esposa, le hablaron de la única esperanza y ella creyó en el Evangelio de esperanza. La esposa iba todos los días para enseñarle los versículos de memorización llamados “Las Seguridades de la Vida Cristiana”. La mujer aprendió los versículos. Su cara de dolor cambió a una cara de tanta felicidad que los médicos y enfermeras no la reconocían. Murió llena de esperanza. El sacerdote que la atendió el el hospital dijo “Si hay una mujer cristiana en este mundo, es ella.”
Sí, hay una sola esperanza de gloria. Cristo en el corazón es lo que nos hace cristianos con esperanza. Nuestra vida, nuestro matrimonio, nuestra familia necesita esta clase de esperanza, la esperanza de gloria, la gloria de Dios que se refleja en nosotros.
“Pero nosotros todos, con el rostro descubierto, contemplando como en un espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria, como
por el Señor, el Espíritu» (1 Cor. 3:18).
Abrazos, Samuel y Cari