FUNDAMENTOS PARA LA FAMILIA CRISTIANA 76 – Samuel Clark
LA IMPORTANCIA DE LA COMUNICACIÓN
Queridos amigos:
Estoy convencido de que un alto porcentaje de los problemas interpersonales se debe a las malas e insanas comunicaciones – entre esposos, entre padres e hijos, entre familiares y entre hermanos de la familia de Dios. Cuando hablamos de los problemas de comunicaciones tenemos que entender que éstas se tratan de lo que uno dice y no dice, cómo lo dice (volumen, tono, gestos, muecas, o sea, lenguaje no verbal), en fin, la comunicación total..
Piensen conmigo en este problema serio en el hogar. La Biblia instruye sobre todos estos aspectos de la comunicación. El viejo libro de los Proverbios es un cursillo muy práctico sobre el tema, especialmente desde el capítulo 10 hasta el 30. Santiago 3:1-12 también muestra el gran potencial para el bien o el mal en el uso de la lengua. Necesitamos entender que mucho del discipulado cristiano tiene que ver con la lengua. Les recomiendo que marquen los versículos que enseñan sobre la comunicación con un color especial para que les llamen la atención y recuerden de la importancia de las palabras y la comunicación en el hogar y el matrimonio.
Las malas comunicaciones se describen en las Escrituras como maldiciones, pleitos, disputas, ofensas, insultos, mentiras, críticas, juicios, contiendas, gritería, maledicencia, lenguaje soez o abusivo. ¿Por qué no debe el cristiano practicar estas cosas? ¿Puedes imaginar a Jesús usando estas formas de comunicar algo? Pero sí podemos ver a Pedro maldiciendo cuando estaba negando que conocía a Jesús (Mateo 27:74). Aprendemos de su experiencia que cuando uno no anda en comunión con Dios es cuando salen de la boca la basura que hemos guardado allí de los tiempos de la vida anterior a nuestra conversión a Cristo. Nuestra carne es débil aunque el espíritu está muy dispuesto a no pecar. En el momento de prueba o tentación la carne domina la lengua fácilmente.
¿No es cierto que cuando andamos bien con el Señor no queremos decir cosas malas? Sin embargo, la vida carnal es una realidad que necesitamos enfrentar si vamos a tener la victoria sobre las malas comunicaciones. Tiene que ser una victoria profunda, una crucificción de la carne con sus pasiones y deseos (Gál. 5:24). Una “victoria superficial” es la que muchos creen que es suficiente, pues, en ciertos momentos no hablan mal, especialmente cuando están con los que no hablan mal. La prueba está en lo que dicen cuando están en otra compañía (como Pedro con los agualciles en la fogata) o en el seno del hogar donde pueden soltar sus pensamientos malos en palabras malas – para dañar terriblemente a su cónyuge e hijos.
Yo creo que el problema principal es que no creemos que Dios está presente y que oye cada palabra y lee cada pensamiento nuestro. ¿De veras crees que diríamos cosas malas si viéramos al Señor allí en el mismo hogar con nosotros? Me parece que no tendríamos tantos problemas si practicáramos la Presencia de Dios. Estoy convencido que en el fondo de cada problema de nuestra conducta está la incredulidad. No creemos lo que debemos creer. No es que no lo sabemos, sino que no decidimos creerlo y practicarlo No es una fe pasiva sino una activa la que nos lleva a la victoria (1 Juan 5:4). La fe activa necesita la cooperación de nuestra mente sana.
Recuerden que la comunicación no verbal es una realidad que revela los pensamientos. Cualquiera pueda discernir cuando estás realmente interesado en lo que otro está diciendo, si le crees, o si estás ofendido, enojado o triste. Los ojos son la ventana del alma. Estamos comunicando constantemente con la mirada cosas que queremos comunicar y cosas que no quisiéramos decir pero que sentimos profundamente. La única manera de comunicar con toda franqueza y verdad es con todo el cuerpo, no sólo la boca. Conversaciones por teléfono, chats o mensajes por el correo electrónico no son completos y a veces se pierde algo realmente importante.
Un ejemplo de las mismas Escrituras: cuando Cristo dijo a los apóstoles, “¿Por qué estáis amedrentados, hombres de poco fe?” ¿Estaba gritándoles, regañándolos, enojado, o estaba usando esas palabras duras con una sonrisa y calma perfecta para enseñarles? No lo sabemos, pero por otras situaciones podemos ver que Sus apóstoles aprendieron de sus errores porque Cristo les ayudó a creer en El para todo.
Me atrevo a creer que hasta las palabras más difíciles de Dios siempre tienen esa intención de ayudarnos a corregirnos y volver a vivir como El manda. No es para hacernos algún daño. Debemos aprender de El cómo discutir asuntos difíciles, mostrar nuestro desacuerdo y llamar la atención sin ofender a los demás, sin avergonzarles, sin enojos ni amarguras.
No toda la comunicación hogareño es “placentero” pero nuestras comunicaciones deben ser sanadas de todo aquello que hace daño a otros. ¡Allí está el detalle! Lo que ofende a alguien que nos ama y a quien amamos es una ofensa contra el amor, o sea, Dios mismo. Claro está que la verdad duele a veces, pero no se dice para causar dolor sino para sanar las relaciones.
¿Por qué no considerar nuestro “silencio” como una comunicación también? Este es un problema personal que ha afectado mis relaciones con otros (¿algunos de Uds.?). Mi personalidad es de un pensador y se me olvida que otros esperan alguna comunicación cuando me sugieren algo o comentan sobre algo. Mi reacción interior es, “Voy a pensar en esto…pero no ahorita.” Días despues soy capaz de decir, “Como veníamos hablando, yo creo ….” Y me esposa o amigo ya se olvidó del asunto porque pensaba “no le interesa para nada”. Si tienes este problema, aprende conmigo a comentar algo, positivo o negativo, y pedir tiempo para pensar y orar antes de decir lo que crees (realmente detesto dar una opinión tonta sobre cosas serias). Si tienes un conyuge, hijo o amigo como este servidor, recuerda que él acostumbra pensar mucho antes de hablar. Y probablemente necesita mucho tiempo para ordenar sus ideas. Ambos debemos entender que “el silencio completo” comunica negativamente. Tratemos de vencer ese problema con comunicación sana.
El Espíritu Consolador es el que produce comunicaciones sanadas del egoísmo y la vida carnal. Andemos en el Espíritu, amigos, para no andar en la esclavitud del pecado.
Abrazos, Samuel