FUNDAMENTOS PARA LA FAMILIA CRISTIANA 78 – Samuel Clark
¿CUÁNTOS HIJOS DEBEMOS TENER?
Queridos amigos:
¿Se han puesto a pensar cuántas personas comparten el mismo apellido con su familia? Pensando en los dos apellidos ampliamos el panorama. Son miles y miles de Sánchez, García, Muñoz, González, etc. Y todos tienen alguna conexión en generaciones atrás, tal vez de la misma aldea o siervos de un gran terrateniente. Es maravilloso que la gran mayoría son de un solo país o tal vez dos, España o Portugal.
Me encanta la historia y las genealogías porque representan una multiplicación fantástica de ciertas líneas familiares que en alguna manera habla de la bendición de Dios quien prometió larga vida y muchos hijos a los que le honran. Por esto vemos mucho más personas de algunos apellidos que de otros.
¿Cómo va tu línea familiar? ¿Tienes la bendición de Dios en tus hijos y nietos? Desgraciada-mente, hay tanto énfasis sobre la calidad: “La familia pequeña vive mejor”, y hay tantos problemas económicos que las familias se han achicado muchísimo. Sí, es cierto que la sobre población del mundo es un problema, pero en algunos casos me parece que las mejores familias podrían ayudar a su generación mejor con más hijos en vez de menos. Me refiero a las familias cristianas que tienen tanto que ofrecer al mundo porque Dios les está bendiciendo.
Cuando las razones son solamente económicas, tenemos que preguntarnos si esto es el criterio correcto o no. ¿Por qué? Porque las buenas familias añaden sal, luz, talentos, potenciales grandes de buenas obras futuras a la masa del mundo que no tiene estas posibilidades porque están en tinieblas todavía. Si los hijos de cristianos aprenden a ser discípulos de Cristo en sus hogares, son un enriquecimiento grande para este mundo pobre. Un sencillo hecho lo demuestra: el mayor porcentaje del crecimiento del número de cristianos viene de las familias que producen hijos creyentes. Gran parte del discipulado se logra en los hogares y no en los templos. Y hay una segunda razón: Dios promete ayudarnos a criar los hijos que El nos manda. Hay promesas espirituales para su conversión y crecimiento como cristianos. Hay promesas para cubrir los gastos de sus necesidades en toda etapa. Y hay promesas para su protección del mal de este mundo. Entonces, ¿por qué tienen los cristianos miedo de tener más de dos hijos hoy?
Mi punto es que debemos consultar a Dios sobre este asunto en vez de a los consejeros economistas. Me parece que algunos padres cristianos podrían y deberían tener más hijos para la bendición del mundo entero. Dios es el que nos debe guiar en esto. El usará a los ginecólogos y médicos, a los líderes espirituales y civiles, y a las mismas condiciones en que vivimos para guiarnos. Sobre todo usará Su Palabra para esas palabras especiales como el Salmos 127:3-5:
“He aquí, don del Señor son los hijos; y recompensa es el fruto del vientre.
Como flechas en la mano del guerrero, así son los hijos tenidos en la juventud. Bienaventurado el hombre que de ellos tiene llena su aljaba; no serán avergonzados cuando hablen con sus enemigos en la puerta.”
Creo que es necesario afirmar que cuando Dios dio al hombre el dominio sobre el mundo, se refiere a su capacidad de dominar fuerzas de la naturaleza y hacer que nos sirvan en vez de destruirnos. Por esto tenemos grandes presas en los ríos para almacenar agua y detenerla en tiempos de mucha lluvia y para producir electricidad. En la misma manera dio inteligencia científica para la medicina y las cirugías cada día más atrevidas y exitosas. Y por la misma razón nos da la capacidad de controlar no sólo el número de hijos sino la frecuencia de los embarazos, cosa que no tenían los antepasados. Todo esto es para decir que no debemos sufrir pensando que pecamos al controlar la natalidad. Es una bendición de Dios si se usa correctamente, no sólo para practicar el sexo sin riesgos de un embarazo no deseado. Esto es algo que cada pareja debe decidir con la ayuda de Dios.
Por supuesto, todo esto implica que aceptemos la gran responsabilidad de criar a los hijos que Dios nos da como buenos cristianos. No significa esto que los vamos a programar de alguna manera para que resulten cristianos bien formados. Muchos creen que esta es la labor de escuelas religiosas o colegios cristianos. Estas instituciones sólo pueden ayudar a los hijos que vienen formados en el seno del hogar como verdaderos cristianos quienes no sólo creen en Dios sino que le conocen y le quieren obedecer en sus vidas. Ninguna institución puede hacer por nuestros hijos lo que no hayamos comenzado y cultivado en sus vidas en la familia cristiana. Es una labor de fe y amor y en alguna manera transmitimos a nuestros hijos nuestros propios valores y creencias en un ejemplo digno del nombre cristiano. El mejor sermón es el ejemplo de los padres, tíos, abuelos y amigos de la familia que son cristianos comprometidos.
Por esto batallamos tanto con los jóvenes cristianos que se juntan en compromisos con novios no cristianos y sin ninguna preocupación por lo que va a pasar si se casan. Hay que formar hogares cristianos basados en la Palabra de Dios para producir generaciones de cristianos fuertes que serán una bendición para el mundo.
No hay práctica más importante que la oración familiar para lograr esta impresión clave en las vidas de los hijos. La oración es donde se ve la fe, la confianza en Dios, la confesión de faltas y la alabanza en un ambiente natural y caluroso con el amor verdadero que todos necesitamos. Cada problema llevado a Dios con plegarias sinceras permite que los hijos aprendan que Dios sí contesta. San Pedro dijo en 1 Pedro 5:7: “echando toda vuestra ansiedad sobre El, porque El tiene cuidado de vosotros”, y cabe perfectamente en la oración familiar. Allí los hijos aprenden a orar por sus problemas y empiezan a experimentar Sus respuestas sorprendentes. Se aprende más en la oración en el hogar que en las clases religiosas porque es un conocimiento práctico, no es teórico, frío y aburrido.
Amigos, animémonos a tener familias bendecidas que también sean de una bendición al mundo, como Dios prometió a Abraham: “Haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición” (Gén. 12:2). Miremos a Abraham como un gran modelo para esta visión de la familia cristiana. ¡Cuántos millones de millones han salido de esa promesa a un solo hijo, Isaac. Dios mismo limitó la familia de la promesa a un solo hijo, Isaac. Pero miren lo que Dios pudo hacer con ese hijo. No fue por una decisión egoísta por parte de Abraham sino la voluntad de Dios.
Tú y yo somos también hijos de Abraham si creemos en Dios como Abraham creyó y obedeció a Dios. La misma herencia sigue siendo una bendición por medio de Jesucristo, el Hijo de Abraham, que ha sido la mayor bendición de su familia. Somos parte de esa bendición y debemos también tener hijos de bendición.
Abrazos, Samuel