FUNDAMENTOS PARA LA FAMILIA CRISTIANA 79 – Samuel Clark
FELIZ NAVIDAD II
Queridos amigos:
En esta temporada del Fin de Año y Navidad pocos de nosotros nos damos cuenta del origen antiquísimo de fiestas paganas que celebraban el cambio del tiempo que el sol nos da sus rayos de luz y calor al norte del Ecuador. Desde los tiempos del Imperio de Babilonia se celebraba este cambio con fiestas.
¿Cómo llegó a ser una celebración “cristiana”? No hay evidencia sobre la fecha del nacimiento de nuestro Señor Jesucristo. Durante los primeros 300 años del cristianismo no se celebraba Su Nacimiento en cierta fecha. No hubo tradición alguna sobre el día 25 de diciembre. De hecho, la Iglesia Ortodoxa celebra el 6 de enero, sin evidencia ni tradición antes del año 300 d.C. La pura verdad es que cuando Constantino se hizo cristiano quiso cristianizar al Imperio Romano. El fue el autor de la tradición cristiana que a través de los siglos se ha ido desarrollando en las diferentes culturas. Cada cultura añadía costumbres que influyeron en lo que hoy se asocia con la Navidad.
Al darnos cuenta de estos hechos, es menester que hagamos un esfuerzo para “limpiar” en lo posible de nuestras actividades todo lo que no contribuya a una celebración alegre pero santa del Nacimiento del Don Inefable que Dios dio al mundo. Nuestra adoración no es al Bebé sino al Padre por habernos dado a Su Hijo, y a Su Hijo, nuestro Salvador Crucificado, Resucitado y Ascendido a la Diestra de Dios Padre. El asunto importante es que nació. No cuándo, o sea, el día exacto. Dios no nos dio esa información. Cualquier fecha “histórica” que celebramos es invención de los hombres.
Entonces, ¿por qué celebrar en el día 24 y 25 ese nacimiento? Principalmente porque nos hace mucho bien recordar aquella historia santa cada año, especialmente como familia y como congregaciones de cristianos que quieren adorar al Señor por lo que esta historia sagrada significa para nosotros. Piensen en todo lo bueno que ha salido de esta celebración: hermosa música, grandes obras artísticas de todo tipo, mucha alegría en un mundo normalmente tan triste, hermandad más cercana, y sobre todo la predicación del Evangelio al mundo incrédulo y a veces hostil.
Confieso que es mi tiempo favorito del año. Tengo tantas memorias riquísimas en mi niñez, juventud y con nuestra familia. Creo que estas bendiciones son de Dios porque siempre El fue glorificado y adorado por Sus hijos. ¡Esta es una de las enormes privilegios de nacer en una familia cristiana!
Pero, amigos, hay un mundo en derredor nuestro que no es cristiano. Es anti cristiano. Hay quienes quieren quitar hasta el Nombre de Cristo de la celebración. Algunas tiendas instruyen a sus empleados a saludar a los compradores con “Felices Fiestas” en vez de “Feliz Navidad”. El énfasis es vender/comprar cosas para estas fiestas: adornos, regalos, comida y bebida especiales, etc. En realidad, para muchas personas “Navidad” resulta ser una celebración “sin Cristo”.
Debe haber una diferencia entre los que celebran “para celebrar” y los que celebramos el Nacimiento más maravilloso y significante en la larga historia humana. Si no entendemos este hecho sencillo, no entendemos “la razón de la celebración”. Sin Cristo, ¿Por qué celebrar? Sin Cristo, no hay nada que celebrar. Sólo que otro año termina. Luego un día no muy lejano ese mismo Jesucristo va a volver a este mundo para llevarse a los que creemos en El a la Casa de Su Padre, nuestro Padre, para gozar para siempre de nuestra salvación. El problema es que los que en realidad no celebran Su Nacimiento ahora, los que no le conocen como su Salvador, no van a tener esa salvación eterna.
La segunda verdad que debemos entender es que la Navidad nos da una oportunidad de hablar de Jesucristo más abierta y claramente a nuestros hijos y familiares. Desde las decoraciones de la casa hasta las comidas delicioisas debemos recordar a todos el porqué de esta celebración. Tiempos de lectura bíblica, villancicos y música navideña, tarjetas de saludos navideños, llamadas telefónicas y correos electrónicos – todo lo podemos usar para dirigirnos todos al Señor en estos días. Debe ser una convicción y compromiso para los padres de famiias. Nosotros somos los responsables por poner la pauta, dar el ejemplo y organizar las actividades.
No lo tomen ligeramente, amigos. Sólo sucede una vez al año. Hay que aprovecharlo al máximo. Como pareja, hagan su plan y busquen la ayuda que necesitan para hacerlo bien. Es nuestro testimonio a Cristo y debe ser clarísimo.
No permitamos que el mundo no cristiano nos robe de la gran bendición de adorar a nuestro Señor este año. El diablo odia este día. Quizás no tanto como la Semana Santa con el día de la Pasión de Cristo y el Día de la Resurrección, pero odia nuestra celebración del Nacimiento. Está tratando de arruinarlo en cualquier forma. Ganamos una victoria sobre el Maligno cada año cuando celebramos santamente el Nacimiento del Hijo de Dios. Vamos a levantar el Nombre de Cristo en alto, sin vergüenza alguna, ya que es el Único Mediador entre Dios y los hombres.
Espero que estos pensamientos nos ayuden a todos a celebrar en grande y en verdad esta Navidad.
¡Feliz Navidad!
Abrazos, Samuel