FUNDAMENTOS PARA LA FAMILIA CRISTIANA 83 – Samuel Clark
¿CÓMO ESTÁS REALMENTE MI AMIGO?
Queridos Amigos del Camino:
¿Cómo están? Si eres hombre, tu respuesta el 90% del tiempo es “Muy bien, muy bien” o sencillamente “Bien”. Si eres mujer, probablemente es igual pero con un mensaje sublimal en el tono de la voz que otra mujer va a captar. Pero normalmente el esposo no lo captará.
Mi viejo amigo Jorge Sánchez te preguntaría luego, “¿Y cómo estás realmente?” Porque él sabía que esa respuesta estereotipada no es toda la historia. Tal vez tú, mi amigo, quisieras decir como yo muchas veces, “Bueno, en realidad tengo un problema…” Esos problemas que nunca compartimos con nadie tienen una tendencia de crecer como cáncer en el alma. Necesitamos tres cosas en la vida, según el psiquiatra suizo Paul Tournier:
“Ser escuchados, tomados en serio, y comprendidos.”
¿Tienes un amigo a quien puedes decir la verdad y saber que va a seguir siendo tu amigo y te va a tratar de ayudar? Si la respuesta es “no”, tú estás en peligro de caer en una o más de las trampas favoritas del diablo:
- -depresión emocional o espiritual
- -auto desprecio y auto condenación
- -amargura contra otros
- -enojo creciente con resultados tristes
- -una decaída espiritual muy peligrosa
Créeme, amigo, tengo las experiencias personales y con otros para predecir lo que va a suceder en tu vida si no encuentras una ayuda adecuada.
Hoy día es tan común buscar a consejeros, psicólogos, psiquiatras cristianos o no cristianos, porque pocos tienen amigos buenos y fieles de confianza con quienes pueden compartir sus problemas. O tal vez los tienen pero no están cerca, o están demasiado ocupados, y uno no quiere molestarlos. Si son amigos de verdad, no es una molestia. Es un privilegio ayudar a otros. Pero si no saben que tienes un problema, no es muy probable que te busquen. Tienes que romper esas barreras del orgullo y el temor para conseguir ayuda.
Si estás pensando, “¿Qué va a pensar de mí?”, tu problema es el orgullo. Dios no ayuda a los orgullosos sino a los humildes (1 Pedro 5:5,6). Si estás pensando, “No puedo compartir mi problema porque va a meterse en mi vida o con mi pareja y causará mayores problemas”, tu problema es el temor.
La única pregunta que vale aquí es “¿Con quién puedo compartir mi problema con la confianza de que me ame y me quiere ayudar a caminar con Dios?” Yo recibo cartas de desconocidas buscando ayuda espiritual porque no tienen ningún amigo de este tipo cerca de ellos. Se sienten solos y desesperados. Si me escribieran todos los que quisieran, quizás tendría muchísimas cartas para contestar.
Tengo dos sugerencias a todos mis amigos que me leen estas cartas:
- Sé un amigo, una amiga, para todos los que Dios te trae en tu vida cotidiana. Se amigable, alcanzable, disponible para los que están en tu alrededor. “No abandones a tu amigo ni al amigo de tu padre…” (Pro. 27:10). Haz tiempo para tu amigo cuando te busca. Escúchalo cuando quiere hablar de sus necesidades.
- Busca a un amigo con la madurez espiritual para poder ayudarte a resolver tus
problemas. (Acepta el hecho que todos necesitamos a este tipo de amigo). Podemos
tener muchos amigos que buscan algo de nosotros, pero necesitamos al tipo que “es
más unido que un hermano” (Pro. 18:24).
No sé dónde yo estaría hoy si no hubiera tenido este tipo de amigos en cada ciudad donde hemos vivido. Lo que me costó era ser transparente con ellos. No siempre fue posible abrirme con cualquiera y tuve que pedir a Dios unos pocos hombres especiales que me podrían entender y aceptar. No es fácil encontrarlos, pero Dios nos los puede proveer si estamos sinceros en nuestra búsqueda de amistades buenas y fuertes.
Jonatán fue este tipo de amigo para David. Cuando su padre buscaba matar a David. Jonatán arriesgó su vida varias veces, sufrió insultos y la ira irracional de Saúl por ser el amigo de David. Por esto sus visitas a David le fortalecieron en su alma (1 Sam. 18:1; 20:17; 23:16). ¿Tienes un Jonatán? Con un Jonatán puedes abrirte y cuando te pregunta “¿Cómo estás?”, puedes contestar transparentemente, “No tan bien, amigo.” Si es un Jonatán, va a querer saber lo que te pasa.
Algunos piensan que no debemos hablar de nuestros problemas para no desanimar a otros o para no deshonrar a Dios ante otros. El verdadero asunto vital es ser honesto. Una respuesta deshonesta no honra a Dios. La insinceridad es un tipo de hipocresía. Es una máscara en vez de tu verdadera cara. “La sabiduría que es de lo alto (el Cielo) es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía” (Santiago 3:17). La verdad es difícil pero nunca nos arrepentiremos de decirla.
Acabamos de recibir una carta de una persona que compartió su gran tristeza y pena por la separación de su cónyuge. ¡Cómo lo sentimos! Pero lo que nos dolió fue el hecho de que esto sucedió hace seis meses. Yo oro por ellos regularmente y no sabía de su gran dolor para orar mejor y poder escribir alguna consolación o ayuda. No sé por qué no nos lo compartió antes, probablemente por falta de comunicaciones debido a nuestras vidas muy ocupadas. Espero que no fuera por falta de confianza en nuestra amistad.
Sólo podemos ser amigos en verdad si sabemos lo que pasa con la gente. Si no comparten sus problemas, sólo oímos el estruendo de su caída demasiado tarde para ayudarles. Amigos necesitan estar en comunicación. Estas cartas pretenden extender mi amistad pero sólo pueden ser de ayuda si hay una respuesta sincera. Espero que sepas, mi amigo, que realmente me interesas cuando te pregunto “¿Cómo estás?”
Abrazos,
Samuel