FUNDAMENTOS PARA LA FAMILIA CRISTIANA 84 – Samuel Clark
BENDICIONES PELIGROSAS
Queridos Amigos del Camino:
Me he dado cuenta de que las mismas bendiciones que queremos, pedimos y esperamos de Dios deben traer grabada una advertencia…aquella calavera con los huesos cruzados, que significa ¡Peligro! ¿Cómo puede ser una bendición peligrosa?
Justo cuando el Rey David experimentaba victoria por cualquier lado, grandes riquezas y una fama enorme, tropezó con el pecado de adulterio que le condujo a cometer un homicidio para tapar su pecado. Eso le causó largos sufrimientos en su familia. Toda su familia fue afectada y David mismo perdió mucho de su gloria.
Lo que me interesa señalar es que el peligro del éxito en la bendición es que nos volvamos perezosos en la devoción a Dios, egoístas en referencia a lo que queremos, insensibles a cómo nuestros actos afectan a otros y traen consecuencias dolorosas a nuestra familia, arrogancia en cuanto a lo que consideramos “nuestros derechos” y lo peor de todo, no hay temor de Dios. Esta última tragedia nos roba de la sabiduría divina que depende de una reverencia a Dios, Su Palabra y Su Reino. Cuando todo ha sido bueno y fácil, uno puede sentir que está exento de obedecer a Dios y de buscar la justicia y la santidad.
Cuesta mucho encontrar a gente poderosa, rica y exitosa que a la vez es humilde, piadosa, temerosa de Dios, y justa. Los que más buscan al Señor son los que tienen problemas de salud, economía, relaciones difíciles con otros o pérdida de seres queridos. Entonces, ¿qué debemos pedir? ¿Bendiciones o problemas? ¿Salud o enfermedad? ¿Éxito o fracaso?
Lo que debemos pedir y buscar es ser santos, justos y humildes, no el éxito ni la felicidad. “El te ha declarado, oh hombre, lo que es bueno. ¿Y qué es lo que demanda el Señor de ti, sino sólo practicar la justicia, amar la misericordia, y andar humildemente con tu Dios?” (Miqueas 6:8). Un autor define la humildad que Dios quiere así: dejar de pretender ser lo que sabemos que no somos, de presumir que somos mejores que otros en cualquier aspecto, y de presionar a otros a hacer lo que nosotros queremos o pensamos que es lo correcto. Desgraciadamente, los que experimentan mucha bendición y éxito en la vida no suelen mostrar esta clase de humildad, ¡especialmente líderes cristianos!
Me parece que parte del problema de David fue que perdió su humildad. Durante los años de persecución, oposición y problemas tenía que depender de Dios totalmente y vemos su humildad en muchos de sus salmos. Ahora era rey victorioso y podía hacer y deshacer. Poniéndonos en sus sandalias aquella tarde de primavera (II Samuel 11) entenderíamos nuestro problema con las tentaciones que nos apremian diariamente. Cada uno de nosotros debería de preguntarse:
- ¿Estoy en un momento de peligro sin darme cuenta?
- ¿Estoy en un momento de flojera espiritual?
- ¿Estoy dejando a otros pelear mientras yo me quedo en casa, haciendo la siesta, viendo la
televisión o navegando en el Internet? - ¿Estoy en la edad mediana, enfrentando ciertas dudas que no puedo resolver sobre mi propósito o mi tarea en la vida?
- ¿Estoy escondiendo debilidades morales que no confieso ni busco cambiar?
- ¿Estoy lejos de Dios? ¿Lejos de buenos consejeros?
- ¿Tengo un mentor o maestro en este momento?
- ¿Tengo problemas familiares no resueltos?
- ¿Me atrae la pornografía? ¿Estoy controlando mis ojos? ¿Controlo mis pensamientos?
Estas preguntas son áreas de problema para muchos padres de familia en estos días, como en los días de David. No puedo controlar todo lo que veo pero puedo controlar lo que miro. “…cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en el corazón” (Mateo 5:28). No puedo controlar cada pensamiento que viene a la mente pero puedo controlar la codicia, las fantasías y los planes (Mateo 5:29,30). Hay mucho en este mundo que nos tienta a pecar, pero la tentación viene de nuestro propio corazón que comienza un proceso que termina en el pecado si no lo paramos en seco. “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame” (Lucas 9:23).
Ser justo y santo es batalla de la mente primero. El que permanece en Cristo, en comunión íntima y constante, no peca, según I Juan 3:5-10. La práctica de la comunión con Cristo nos libra de la práctica, la costumbre, el hábito de pecar. ¿Cómo? Inmediatamente al ser tentado, si corremos al Señor para permanecer en Su comunión, rompemos ese proceso del pecado.
David no hizo esto. Tal vez tú tienes la excusa de muchos que dicen “No puedo hacer lo que quiero…hago lo que no quiero” (Rom. 7:14-25). ¿Por qué? Porque no estás permaneciendo en comunión con Cristo, no andas en/según el Espíritu de Dios (Rom. 8:1-13). Yo te garantizo que si no aprendes este andar con Él, vas a terminar como David – árbol caído, terribles consecuencias que resultarán en una vergüenza para ti mismo, tu familia, tus hermanos en Cristo y para tu Señor y Salvador Jesucristo.
El otro día se prendió en nuestro coche la luz del aviso del sistema de lubricación del motor. Fui con los mecánicos quienes me decían que el aceite estaba bien. Como ellos habían cambiado el sensor unos cuatro meses antes, pensamos que era problema del nuevo sensor. Pero resultó que funcionaba bien. Me costó dos días encontrar el problema: un cablecito suelto en el sistema eléctrico. ¿Por qué me preocupé tanto? Porque se puede quemar el motor si no llega el aceite a todas las partes vitales. Amigo, si una de las preguntas que nos hicimos aquí te prende una luz, no lo ignores. Busca hasta encontrar el problema. Para, revisa bien tu vida para que no te quemes tu vida espiritual en una caída estrepitosa como la de David. Es más, pide ayuda de uno más experimentado en el camino del Señor que puede ayudarte a encontrar la verdadera causa de la luz de peligro que viste.
Creo que las mujeres también tienen el mismo peligro en su vida y necesitan pensar en algunas preguntas que les ayudarán a detectar fallas a tiempo. No permitamos que el enemigo nos engañe ni que nos haga tropezar. “Por tanto, si alguno cree que está firme, mire que no caiga” (1 Cor. 10:12).
Amigos, quiero estimularnos a vivir vidas santas y justas para que podamos servir a Dios en un mundo cada vez más maligno. Hay que estar alertas, hay que velar y orar para no entrar en la tentación porque aunque el espíritu puede desear vivir bien, recuerden que nuestra carne es débil (Mateo 26:41).
Que Dios nos ayude a permanecer en El continuamente.
Abrazos,
Samuel