FUNDAMENTOS PARA LA FAMILIA CRISTIANA 89 – Samuel Clark
¡ADELANTE, VARONES DE DIOS!
Queridos amigos (las amigas no tienen que seguir leyendo si no quieren):
A veces siento que necesito hablar a mis compañeros varoniles de asuntos que nos tocan como hombres cristianos – esposos, padres, tíos y hasta abuelos. Creo que el hombre tiene un papel muy exigente en el plan de Dios para una familia cristiana. “Erráis porque ignoráis las Escrituras y el poder de Dios” (Mateo 22:29). El Señor Jesucristo dijo estas palabras a unos judíos que no creían en la resurrección pero se podrían dirigir a los que no creen en la Creación, o en la Divinidad de Jesucristo, o en la Segunda Venida del Señor, o en el Infierno y el Juicio, o ¡en el Plan Divino para el Matrimonio! Y me parece que hay muchos en esta categoría entre nosotros en esta generación de “a mi manera”.
Un ejemplo, amigos varones, que viene de 1 Corintios 11:3: “Pero quiero que sepáis que la cabeza de todo hombre es Cristo, y la cabeza de la mujer es el hombre, y la cabeza de Cristo es Dios.” “Cabeza” en la Biblia significa Líder Máximo. Se usaba para reyes y gobernadores. Tiene que ver con la autoridad de su posición. Por esto no debemos hablar tanto de “Jesús” como una figura histórica sino como “Señor”, nuestro Señor personal y plural, Señor de la Iglesia. Por supuesto, esto es algo que todos sabemos, pero en la práctica, ¿a quién consultamos primero cuando tenemos un problema? ¿A quién obedecemos cuando hay decisiones difíciles de integridad personal o mandamientos para todos los cristianos? Jesucristo es el Señor de Señores y Rey de Reyes en Su Segunda Venida (Apocalipsis 19:11-16), pero ¿es nuestro Señor todos los días? Es fácil decir “Señor, Señor…”, pero si no hacemos lo que El manda no tenemos el derecho de llamarle Señor Jesús (Lucas 6:46). Cuando confesamos a Jesucristo como Señor (nuestro Señor) y creemos que resucitó de la muerte, la salvación está hecha una realidad en nuestras vidas, porque estamos comprometidos a obedecerle, seguirle, servirle en Su Reino Celestial, ahora y para siempre. ¿Es esto lo que sabes y crees, amigo?
Si no, vas a errar en tu doctrina y en tu conducta. Tarde o temprano vas a vivir lo que realmente crees. Y si Cristo no es tu cabeza (Señor), ¿quién lo es? Creemos que nosotros somos nuestros propios señores, pero no es así. Satanás es el Príncipe de este mundo y señor de todo aquel que no obedece al Señor Jesucristo. Suena muy duro pero tenemos que ser honestos y admitir que es imposible tener dos señores, como dijo Cristo en Mateo 6:24. O Jesucristo es el Señor, o es el diablo disfrazado como el placer, mis gustos, mis ideas, el dinero, la fama, el sexo o lo que sea, no le importa a Satanás, con tal que le sigas a él y no a Cristo el Señor.
¿Cómo puedes esperar que tu esposa te siga como su cabeza si no estás siguiendo a Cristo como tu cabeza? Toda mujer quiere tener a un hombre que sabe a dónde va y cómo llegar allí en la mejor forma. El problema es que el hombre que no tiene a Cristo como su cabeza no sabe a dónde debe ir ni cómo llegar. Cristo es el único Camino seguro que lleva al humano a la salvación de la perdición a una vida sana y santa hasta llegar al Cielo para estar con el Padre Celestial.
¿Cómo puedo afirmar esto cuando hay tantos que son éxitos y tienen muchas cosas, pero no siguen a Cristo? La razón está en las Palabras de Cristo: “Estad atentos y guardaos de toda forma de avaricia; porque aun cuando alguien tenga abundancia, su vida no consiste en sus bienes” (Lucas 12:15). Los bienes sólo son de esta vida terrenal. Tu alma va a una vida diferente que depende de qué has creído y cómo lo has vivido. Tu futuro después de la muerte dependerá de tu relación con Dios, no de cuánto acumulaste en esta vida. Los egipcios creían que podrían llevar sus riquezas a la vida después de la muerte, y ahora vemos esos tesoros en los museos.
La vida eterna es la vida que tiene una relación personal con Dios por medio de la muerte de Jesucristo, el Cordero de Dios que quitó los pecados del mundo y luego resucitó para ser nuestro Señor y Salvador por toda la eternidad. Esta vida empieza el momento que uno cree en el Señor Jesucristo y se desarrolla en una vida nueva en el Señor y para El. ¿Es ésta tu vida, amigo?
Si Jesucristo es tu Señor, vas a vivir como El vivía y andar como El anduvo. Y cuando te desvías por un momento lo vas a saber y regresas a El, confesando y dejando tu pecado para volver a andar en comunión con Dios.
Si no le obedeces, te puedo decir lo que va a pasar. El Señor disciplina a los que ama. Nos ama demasiado para dejarnos andar separados de El. El Señor disciplina con muchas circunstancias de la vida, pero muchas veces no nos damos cuenta de Su disciplina y creemos que es “mala suerte, la crisis, un problema pasajero, algo normal…”, etc. Y es cierto que hay pruebas en la vida del justo (ejemplos: Job, Daniel, Abraham – todos sufrían pruebas tremendas aunque eran amigos de Dios). Pero la diferencia entre pruebas y disciplinas es que uno sabe cuándo está obedeciendo a Dios y cuando no lo está obedeciendo porque hay comunión con El en la obediencia, y no la hay en la desobediencia.
Amigo, si no tienes comunión íntima, rica y poderosa con Dios día a día, es por desobediencia. No andas en la luz (1 Juan 1:5-7), no confiesas el pecado para arreglarlo. Dices “no tengo pecado…no he pecado”, o sea, la desobediencia se llama por otro nombre, como un pequeño descanso de la obediencia. Tenemos que llamar el pecado por su nombre: lujuria, avaricia, orgullo, malas palabras, borrachera, mentiras, deshonestidad, pleitos, egoísmo. Sólo así podremos encontrar el remedio, el perdón y borrón de la cuenta. El tiempo pasa, el corazón se endurece. Sólo fingimos ser cristianos con ciertas personas. Y así llegamos a la necesidad de una disciplina fuerte del Señor.
Amigo, déjame aconsejarte sinceramente, porque no quiero que esto te pase a ti y a tu familia. Es muy triste verlo cuando sucede y me da pena porque no se corrigió con los primeros avisos del Señor. Cuando nada sale bien en tu vida, cuando estás insatisfecho, cuando estás mal con otros, cuando no hay suficiente dinero para todos los compromisos, cuando hay una enfermedad o un malestar físico, crónico y molestia grande, busca a Dios de todo corazón, con sinceridad absoluta. Los israelitas hacían ayunos para buscar a Dios en contrición y confesión en el Día de Expiación para arreglar sus vidas. Haz del Salmos 139:23-24 tu oración:
“Escudríname, oh Dios, y conoce mi corazón;
pruébame y conoce mis inquietudes.
Y ve si hay en mí camino malo,
Y guíame en el camino eterno.”
Para ayudarte en esto, lee pasajes que hablan sobre la conducta de un discípulo, como Mateo 5 – 7; Romanos 12 – 14; Efesios 4:20-32. Y sobre todo, humíllate ante tu Dios para no ser hipócrita ni necio en tu oración a Dios. El recibe a los quebrantados y humildes (Is. 55:6,7).
A veces será necesario hacer oración con líderes y confesar el pecado para ser sanado de disciplinas, como nos enseña Santiago 5:13-16.
Si el Señor Jesús es nuestra Cabeza en verdad, nuestra vida va a ser una bendición para nuestra familia y nuestros hermanos en Cristo. Necesitamos multiplicar a estos discípulos verdaderos para el bien de este mundo tan necesitado. Seamos súbditos del Señor y así seremos buenas cabezas para nuestras esposas y familias.
Abrazos, Samuel