FUNDAMENTOS PARA LA FAMILIA CRISTIANA 95 – Samuel Clark
DEBEMOS SER AMABLES
Queridos amigos del Camino:
¿Eres amable? ¿Con quién o quiénes eres amable? ¿Con quién o quiénes te cuesta ser amable? Primero, vamos a entender el significado de amable: “Digno de ser amado. Afectuoso, cariñoso, agradable, servicial, gentil, gracioso, apacible e afable” (Pequeño LaRousse Ilustrado). Ahora, te pregunto otra vez, ¿Eres amable? ¿Eres fácil de amar?
Una de las características de una persona infeliz es su imagen negativa de la vida (y de los demás). Está enojado con todos porque no le hacen feliz. La causa principal de la ira es que no tiene todo lo que quiere (o que “merece”) y cuándo lo quiere. ¿Por qué te enojaste la última vez? ¿No fue por esto? (Santiago 4:1,2). Tienes que ver que en el fondo estás enojado con Dios, pero sale el enojo contra el prójimo más cercano en ese momento.
La actitud positiva que corrige esta gran debilidad de nuestro ego es la amabilidad. Santiago 3:17 dice: “La sabiduría de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, condescendiente (con las faltas de otros), llena de misericordia (perdón), de buenos frutos sin vacilación sin hipocresía.” La “sabiduría” que los hombres practican está basada en el ego, pero en realidad es de origen satánico, pues Satanás nos la enseñó en el Huerto de Edén. La amabilidad es la actitud que acepta que para ser amado, uno debe ser amable, fácil de amar.
Ahora, vale la pena preguntar: ¿Eres fácil de amar? ¿Tratas a los de tu familia y a otros de una forma que propicia en ellos el deseo de tratarte bien? Tenemos nosotros bastantes cosas que hacemos que chocan, molestan, irritan y enojan a los demás, y ¿esperamos que nos amen? Me parece que debemos de aceptar la responsabilidad de ser amables para crear una atmósfera de amabilidad en nuestras relaciones familiares y amistosas.
¿Cuáles cosas en tu vida son difíciles para tu cónyuge (o tus hijos)? Si preguntara: ¿cuántas cosas difíciles hay en tu cónyuge?, apuesto que podrías nombrar varias sin pensar mucho. Pero ¿nuestras cosas difíciles? Sería muy provechoso dar un tiempo para pensar en esto y sacar una lista. ¿Sería la misma lista que sacaría tu cónyuge (o amigo) si le hicieras la misma pregunta?
Soy muy preguntón. ¿Qué hacer con tu lista personal? Sería bueno pegarla al lado de tu espejo para tener que enfrentarla cada mañana. Aún más efectivo es ponerla en tu Biblia donde lees cada mañana, puesto que la Biblia es un espejo de nuestra alma (Santiago 1:23-25). Otra cosa que podrías hacer es compartirla con el cónyuge y orar juntos sobre estas cosas que necesitan ser cambiadas para ser amables. Realmente sabios y sinceros, sin hipocresía.
Lo que nos enseña esta palabra es que “el otro” (cónyuge, hijo, vecino, compañero) no siempre tiene toda la culpa cuando tenemos problemas interpersonales. ¡Cuánto nos cuesta aceptar parte de la culpa! Tuve que aprender hace años que cuando tengo conflictos debo hacerme la pregunta, ¿Qué hice? No ¿qué hizo aquél? Cuando ponemos toda la culpa en otro estamos juzgando, condenando, criticando y esto en sí es condenable según Santiago 5:9: “Amados, no os juzguéis para no ser condenados…”
Cuando hago la pregunta ¿Qué hice? estoy tratando de quitar la viga en mi ojo antes de quitar la pajilla en el ojo del otro (Mateo 7:1-6). Creo que este pasaje es uno de los más olvidados en la Biblia. ¡Qué fácil es criticar! ¿Qué difícil es buscar nuestras faltas y corregirlas!
El auto examen es peligroso si no es dirigido por la Palabra de Dios y el Espíritu de Dios. Es fácil caer en la depresión o falta de confianza que necesitamos para amar realmente a otros como a nosotros mismos. Lo que me ayuda a entender ese amor propio correctamente es pensar en cómo me ama Jesucristo y el Padre. El amor de Dios es tan estricto como es misericordioso. Llama el pecado por su nombre (celos, enojo, orgullo, etc.) pero extiende la gracia de Su perdón cuando nosotros lo confesamos, sin resistir al Espíritu de Verdad. La Ley sólo condena y mata (2 Cor. 3.6) pero el Nuevo Pacto del Espíritu da vida porque nos lleva a cambiar y vivir en amor.
Amigos, escuchemos al “Apóstol del Amor” quien aprendió el amor de Cristo y luego del Espíritu de Amor para escribir: “Dios es amor; el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios permanece en él” (1 Juan 4:16).
El ambiente de amabilidad es necesaria para que un hogar esté lleno del amor de Dios. Todo lo que podemos hacer para lograr este ambiente amable debe ser nuestro anhelo y meta.
Pero, y es grande este “PERO”, todo esto supone una realidad espiritual y no una carnal, natural, humana. No estamos hablando de una teoría psicológica ni una sabiduría terrenal. Se requiere la fe en El y luego andar en El, no en la vieja naturaleza; en el Espíritu y no en la carne. La naturaleza humana no puede producir esta clase de amor ni amabilidad. Es fruto del Espíritu, no de la obra de la carne (Gál. 5:15-24).
Amigos, sin la cruz de Cristo no hay salvación, ni santificación, o sea, transformación a la semejanza de Cristo. Cristo murió para salvarnos del castigo del pecado y para salvarnos del poder del pecado. No hay nueva vida sin la muerte de la vieja vida. Pablo escribió sobre esta gran verdad mucho en sus epístolas, pero en Gálatas y Romanos nos enseñó más claramente este gran “Secreto Revelado” para vivir la nueva vida de victoria sobre la vieja naturaleza. Sólo por esta verdad clave del Nuevo Testamento podemos experimentar el amor verdadero y ser amables.
Abrazos, Samuel